Días rojos

Manuel Cuesta /

Destino papal

DICHO con respeto. El Papa se ha equivocado de destino. Este mes de agosto llegará a la capital para su encuentro con los jóvenes. Cada vez estoy más convencido de que si Jesucristo bajara del cielo (imagínate) se sentiría muy avergonzado al ver como su representante en la tierra les da la espalda a los niños que cada día mueren de desnutrición en África. ¿Eso es lo que haría el hijo de Dios? No creo. El prístino mesías acogería en sus brazos a los niños somalíes, les alimentaria, curaría sus llagas, les pondría toallas húmedas sobre su frente, estaría con ellos y procuraría que a ninguno les faltase un cuenco de comida y un pedacito de pan. En cambio, el Papa prefiere visitar esos niños de cabellos dorados y mofletes sonrosados pertenecientes a las clases medias altas. Y para más Inri, con lo que cuesta su visita por España se podrían salvar incontables vidas. Por eso no creo en Dios.

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