YA no existen dudas. Sabemos a qué juega el Almería de Lucas Alcaraz; quizá a lo que debió apostar la pasada campaña Lillo y posteriormente Oltra, o más bien Alfonso García, ya que el mandatario rojiblanco conocía las características de la pareja más fanática del fútbol ofensivo que pulula por la geografía española. Incluso, recordemos al primer candidato para esta temporada, Zubeldía, de un corte similar a la susodicha dupla.

Aunque no hay que olvidar el pasado para no repetirlo, volvamos al dichoso presente, con un equipo sólido, práctico e infranqueable, que ha sido ideado y construido por un entrenador con fama de aburrir a las ovejas, pero que le está viniendo de perlas a un conjunto acostumbrado a imitar al Barça. Y es que cuando un bloque funciona, maximiza las virtudes de sus integrantes y camufla los defectos. El ejemplo lo podemos encontrar en Rafita, que pese a no ser un jugador muy creativo, va encajando en el puzzle.

También podemos repasar las virtudes exhibidas por otros compañeros otrora enmascaradas, aunque lo que realmente está cobrando importancia es la seguridad de un equipo ordenado, como hace tiempo que no veíamos por estos lares. Sin restar ningún mérito a nuestro conjunto, se sigue confirmado la teoría expuesta en estas líneas: la categoría ha perdido nivel y de ello debemos aprovecharnos.

Eso sí, la temporada es muy larga y si atisbamos la posibilidad de ascender un año después de bajar, proeza que muy pocos han logrado, habría que realizar un esfuerzo en el mercado invernal, porque las ocasiones las pintan calvas. Y ojo, no quiero infravalorar a los valiosos jugadores del filial que a buen seguro pueden ayudar.

Al menos el actual líder de Segunda está limpio, no como el tramposo de Primera.