graderío

Ramón Gómez- Vivancos García

Alcaraz truncó las posibilidades de victoria

SI se hubiese logrado el tanto de la victoria en la segunda mitad, juro por lo que más quiero que hubiera escrito la misma reflexión. He defendido numerosas decisiones de Alcaraz, a pesar de su fama de cagón. Pensé que actuaba en consecuencia con su filosofía futbolística, fea, pero eficaz. Sin embargo, pese al empate, la felicidad de los aficionados contrastaba con mi amarga sensación. ¿Por qué? Sencillamente porque, a excepción del encuentro frente al Cartagena, la de ayer fue la actuación más desafortunada de Lucas Alcaraz. El granadino satisfizo al respetable con la alineación de Goitom, aunque podría haber arriesgado más colocando al sueco de media punta y no de extremo. Por otra parte, prefirió la técnica de Corona a la fuerza de Bernardello. No era mala la táctica inicial frente al líder, un conjunto bien colocado y muy efectivo. La estrategia funcionó, y el tanto de Ulloa justificaba la mutación de Alcaraz, pero el inadmisible error de Acasiete truncó en parte el invento. Tras el descanso, se vio con claridad que el control del partido pasó a manos del Hércules, debido a las características y al cansancio de nuestros centrocampistas. Por lo tanto, o no había plan B o Alcaraz no se atrevió a ejecutarlo. El equipo pedía a gritos un refresco en el centro del campo. Sin embargo, nuestro entrenador se escondió en su banquillo y tan sólo le faltó pedir un brasero para estar más a gusto. Yo no estoy contento por dos razones: porque no se ganó (me importa un pito que el encuentro fuera entretenido) y porque la entrada de Bernardello en la segunda parte habría aumentado considerablemente nuestro porcentaje de victoria. Los desordenados empujes de la segunda mitad dignificaron a nuestros jugadores, pero pusieron a su técnico a la altura del betún.

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