NO sé cuántas veces he reflejado desde estas líneas la siguiente reflexión: cada partido, cada rival, cada estadio, es diferente. Sin embargo, Lucas Alcaraz es de ideas fijas. Desconozco si el Almería, presionado por el contrario, tuvo que defender tan atrás con ventaja en el marcador, o el propio técnico granadino ordenó a sus jugadores dicha estrategia. En otras ocasiones he aplaudido el conservadurismo frente a conjuntos de cierto nivel, pero el Alcoyano, y más concretamente su defensa, es de chiste. Por esa razón, y no sólo por el imperdonable error de Pallarés, se perdieron dos puntos de oro. Nuestra declarada intención facilitó la labor al rival, que logró sus dos tantos a base de acumular jugadores en ataque, gracias a la colocación tan atrasada de nuestra zaga. Precisamente así llegaron sus goles, sobre todo el segundo. El del día de ayer era un encuentro para buscarle las cosquillas a una defensa de una categoría inferior, aunque fuese a base de juego directo. Pero no, el Almería sólo lo hizo cuando se vio ahogado, y aun así casi se logra la victoria de forma inmerecida. Eso sí, al Alcoyano hay que reconocerle su bravura, ante la clara superioridad técnica de los nuestros. De hecho, la prueba evidente de lo que argumento, la tenemos en el doble cambio que ordenó Alcaraz en el minuto 42, sin apenas tiempo para nada más. Ahora bien, frente a una defensa de traca, ocurrió lo imprevisible: una ocasión inmejorable fallada por Pallarés, que además no tuvo la vista de colocarse en posición correcta. No quiero cargar las tintas sobre el jugador del filial, porque Goitom marró en la primera mitad otra de libro, pero como indiqué al principio, cada partido, cada rival, cada estadio, es diferente. Alcaraz, no lo suele interpretar así.