graderío

Ramón Gómez Vivancos

Caraduras

RECUERDO la frase que acuñó Johan Cruyff: dejen salir antes de entrar. Tiene su lógica, la que le falta a determinadas situaciones que se dan en el fútbol, y que por desgracia sufre el Almería con asiduidad.

O sea, los jugadores firman sus contratos y exigen hasta el último céntimo, como no podía ser de otra forma, pero después intentan hacer y deshacer a su antojo. Cuando les interesa se implican y cuando no, se hacen los remolones, por utilizar una expresión suave. Por eso el club debe ser duro o parecerlo, y exigir el pago casi completo de las cláusulas, porque si no sacaremos a relucir nuestro punto flaco.

Ahí tenemos el caso de Bernardello; de hecho, desconozco si mientras leen estas líneas el centrocampista está pasando la revisión médica que hoy tiene fijada el club para todos los integrantes de la plantilla, o sea, a los que tienen contrato en vigor. Y yo me pregunto, ¿de qué duda Bernardello? El argentino se intenta agarrar a un clavo ardiendo con el objetivo de abandonar la disciplina rojiblanca, aludiendo un problema en la redacción de su contrato. Seguro que si fuera a su favor se callaría. El caso es que mientras todos estos jugadores marean la perdiz (lo malo es que al final suelen lograr su propósito), el club recibe un flaco favor en su objetivo de completar un plantel con garantías, y sobre todo en poder elegir su primera o segunda opción.

Es que si no, nos tendremos que conformar con la quinta o sexta preferencia, como muchas veces ha ocurrido. Y los tientos van por ahí, ya que la ausencia de fichajes así lo denota. Asimismo, tenemos la costumbre de dar las gracias a los jugadores por los servicios prestados. Yo nunca lo haría salvo en contadas excepciones, como la de Ortiz Bernal. Es su obligación, darlo todo, y para eso cobran como privilegiados que son.

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