opinión

Rafael L. Aguilera

Novio de la muerte

LEGIONARIO, cuando en las noches claras cuentes las estrellas del cielo, ten presente que su número no supera al de héroes legionarios que con su muerte en el combate, alcanzaron la gloria del guerrero. Vaya estas primeras palabras de homenaje al legionario Suboficial del GACALEG, que con motivo de un ejercicio de adiestramiento el día 12 de noviembre, recibió un fuerte golpe en la cabeza, resultando herido de extrema gravedad en acto de servicio en el campo de tiro y maniobras del Campamento Álvarez de Sotomayor.

Fallecido días después en la UCI del hospital con el emblema de la legión grabado en su corazón y su alma amando su bandera con la siempre compañía de toda la familia legionaria, juntos como los dedos de la mano. Hombro con hombro. Mano con mano. Alma con alma.

Ya surja ruda y feroz pelea, o de la lucha cese el afán, notad que os cercan siempre amorosas, sútiles sombras que un beso os dan. El pensamiento de España entera, vedlo en el tenue, fugaz rumor, que nunca cesa de acariciaros, de vuestros pasos alrededor. Legionarios a luchar, Legionarios a morir. Con el drama llevado en el rescoldo del alma cubierta con la camisa de la admirada Legión, los 180 pasos por minuto y un solo corazón, como un huracán de guerra cuando desfiló al sonido de Tercios Heroicos, convirtiéndose al sonido del cornetín en una sinfonía durante la misa de réquiem, al ser acompañado al paso lento del Novio de la Muerte, adagio penitencial, para rendir homenaje póstumo a un soldado que dio su última gota de sangre por la bandera de la Legión, la más gloriosa porque está teñida con la sangre de sus Legionarios. Damas y caballeros legionarios con su glorioso uniforme, cuellos abiertos y brazos tatuados franqueando el óbito entre lágrimas y responsos, que salían de lo más profundo de los sentimientos del Credo legionario, con la cabeza alta, mirada recta y noble, pecho y corazón abiertos, paso corto, decidido, pisada fuerte y guiones y banderines alzados al pasar, acompañaron en el Patio de Armas al Brigada de Artillería Juan José Maldonado Méndez en su último tránsito terrenal para recibir, de frente y vista a la derecha, el amparo celestial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, Señor de la Vida y la Esperanza, y sentir de una misma providencia, sin distinción de color, credo, raza y suerte adversa, su divisa que es el Honor, la Muerte su compañera, y por moneda y por ley, Dios, España y su Bandera. ¡Dejad paso a un legionario!, qué es el novio de la muerte. Oye el canto, Legionario, de tu esquela mortuoria. Ante el eco funerario de tu lecho sepulcral. Como un héroe legendario vives ya para la historia. Que es perfume de incensario la grandeza de tu gloria. Tú no has muerto, Legionario. La Legión es inmortal. ¡¡VIVA ESPAÑA VIVA LA LEGIÓN!!

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