graderío

Ramón Gómez- / Vivancos García

Tenemos guardameta para rato

SERÍA muy fácil despotricar contra unos y otros, pero en estos momentos se debe imponer la cordura y la sensatez porque nuestro verdadero objetivo es la liga y el ascenso, en vez del oportunismo de los que sólo deseaban ver a Cristiano en el banquillo. Al Real Madrid ya lo tuvimos recientemente compitiendo en el Mediterráneo cuatro temporadas seguidas, con derrota merengue incluida, por lo que la meta es volver a disfrutar de la élite durante las próximas campañas. Lo malo es que ya se hacían apuestas en torno al precio de las entradas que Alfonso García iba a fijar para el choque ante el Madrid, y ahora debemos cambiar el chip muy rápido para no caer en el pesimismo por el partido, de más a menos, que disputó nuestro equipo. Tampoco conviene olvidar que nos enfrentábamos a un buen conjunto de Primera, al menos en su estadio. Ahora bien, lo mal que se gestionaron los últimos diez minutos del tiempo reglamentario nos condujo al precipicio; ni una posesión en condiciones, ni una chispa de picardía, ni un descarado teatro. Era evidente, nuestro equipo sufría en exceso, por eso se debió haber sacado alguna triquiñuela de la manga, tipo fútbol italiano. Como de todo en la vida, hay que extraer las conclusiones positivas para conocerlas y ahondar en ellas, así como las negativas para no volver a cometer los mismos errores. En el lado bueno situamos a Diego García. Ahí hay un portero de categoría. Su forma de colocarse, sus reflejos y el uso de sus piernas, evidencia el error de los advenedizos que no le permitieron ser titular en el filial hasta que Álvaro se lesionó. Por el contrario, la escasa posesión durante gran parte del choque (eché en falta a Azeez) y la clara ocasión que marró Jonathan, terminaron de hundir nuestra ilusión.

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