PODRÍA escribir una oda al fútbol de ataque, toque y velocidad. Y lo voy a hacer, sin olvidarme de otros aspectos mejorables. El equipo está tomando la sana costumbre de salir enchufado en nuestro estadio, tal y como sucedió frente al Sabadell. El esférico circula con rapidez y precisión, ante el asombro del contrario. Sigo pensando que la llegada de Falque ha resultado decisiva. El gallego es de esos jugadores que, aparte de brillar con luz propia, logra contagiar a sus compañeros. Hay que alabar la fijación de Gracia con el joven extremo y la decisiva presencia del técnico pamplonica en el banquillo. Enhorabuena, porque no es fácil contar con un jugador de primera, en segunda. A la fiesta se unió Corona, con sus inagotables toques de calidad. Fútbol de altos vuelos y cuatro puntos con respecto al tercer clasificado, o sea, miel sobre hojuelas. Ahora bien, la borrachera de goles no debe nublar nuestra percepción sobre la fragilidad defensiva en la parcela central. Hasta la llegada del tercer tanto al comienzo del segundo periodo, la Ponferradina tuvo sus opciones, gol mal anulado a su favor, de voltear el marcador tras el fulgurante inicio rojiblanco. La debilidad que mostramos durante medio partido se palpaba con claridad. Nuestros zagueros se las veían y se las deseaban para frenar las acometidas bercianas. Ese necesario equilibrio habría que conseguirlo para evitar sustos como el que nos pudo ocasionar la Ponferradina, tan combativa como justita. Para terminar, dos precisiones: según Gracia, acerca de los no convocados, alguien se tiene que quedar fuera. De acuerdo, pero sigo viendo injusto que siempre le toque a Abel, y que además en esta ocasión se haya unido Trujillo, un jugador que en ningún caso se merecía la ausencia. Y con respecto al regalo de entradas por parte del club, éste puede hacer lo que considere oportuno, aunque en ese caso se debería hacer la vista gorda a algún abonado jubilado que ayer tuvo que identificarse al pasar su abono por el torno de acceso.