Graderío

ramón Gómez-vivancos García

Corea del Norte

TRAS la muerte del "querido líder" Kim Jong-il, el pueblo norcoreano fue obligado a rendir pleitesía ante el féretro con el cadáver del dictador comunista. Se le ordenó a la sufrida población cómo tenía que llorar, en una competición de llanto colectivo y temeroso sin lágrimas, en un país donde la vida está desenfocada, tamizada por una lente borrosa donde las opiniones han sido sustituidas por dogmas. ¿Es eso lo que pretenden, grosso modo y salvando las distancias, los jugadores del Almería con su afición? Las manifestaciones de Christian y Aleix de la semana pasada, despreciando a los seguidores que fueran al campo a pitar, así como las que efectuaron en su momento Soriano y Gracia, en torno al papel maligno de algunos medios, evidencian el típico nerviosismo de quien sabe que algo no hace bien. Jugadores y cuerpo técnico, asalariados de paso, deben rendir y aguantar los pitos o agradecer los aplausos de los abonados y aficionados. Para eso cobran religiosamente de una entidad saneada gracias a la labor de Alfonso García que, con sus virtudes y defectos, mantiene a nuestro Almería en la élite tantas temporadas seguidas. El de ayer fue un capítulo más de lo anunciado desde esta tribuna. Cierto es que hubo ocasiones para vencer pero el rival, una madre en defensa como reconoció su entrenador, dejó en evidencia a un conjunto en caída libre, sin la chispa del último segundo que suele proporcionar una preparación adecuada. Llegar de Miranda de Ebro el domingo muy temprano y no entrenar hasta el martes, no me da buenas vibraciones. Como tampoco me ofrece seguridad el hecho de contar con Calvo tras la lesión de Falque, de no convocar a los jugadores con menos peso específico en el vestuario, o la arrogancia de alinear de inicio a Pellerano. Como pasa en Corea del Norte, los méritos y deméritos no cuentan para que todo siga igual y que la lente borrosa, gracias a paupérrimos rivales, nos tamice la realidad de un equipo que necesita un revulsivo urgente.

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