El Callejón del Gato

CELSO ORTIZ

Del Siglo de Oro al Siglo XXI

EN las recientes Jornadas de Teatro del Siglo de Oro celebradas en Almería, hemos tenido ocasión de disfrutar de una puesta en escena espectacular de "La vida es sueño". En primer lugar, agradecer a la directora de las jornadas Ascensión Rodríguez Bascuñana, (Choni para los amigos, entre los cuales me encuentro), que haya incluido en la programación el magnífico montaje que ha realizado la CNTC sobre la obra de Calderón de la Barca y, cómo no, felicitar a la compañía, con Blanca Portillo a la cabeza, por un trabajo más que notable. Dicho esto, de las múltiples reflexiones que se desprenden del texto, me detengo en el carácter que tenía la monarquía en el siglo XVII, tan distinto del que hoy se le reconoce. En aquella época no hay otros méritos para ceñir la corona que no sean los correspondientes al linaje. El propio Segismundo se atribuye el derecho a heredar el trono de Polonia en el momento que se entera de que es el único hijo del Rey Basilio. Pero más interesante me parece, para hacer comparaciones con los tiempos actuales, el vasallaje de los súbditos que aclaman y reconocen a Segismundo su derecho a reinar, por la única razón de pertenecer a la estirpe real y ocupar el puesto principal en el orden sucesorio. Hoy, al margen de los artículos de la Constitución que, en el papel, también reconoce a la Corona derechos sucesorios, lo cierto es que cada vez que se quiere reivindicar la legitimidad de Juan Carlos por sus partidarios, no se nombran ni a su abuelo que reinó, ni a su padre que abdicó, sino que se hace hincapié en su comportamiento en el 23 F. Ello quiere decir que lo del linaje no se tiene tan claro, o, más bien que, pertenecer a la casta de los Borbones, no es mérito suficiente para hacer ejercer de monarca. Abolida la condición de súbdito y adquirida la de ciudadano, el debate del siglo XXI no consiste, como en la época de Calderón, en los lazos de sangre, sino en que la mayoría acepte o no a la Corona en la medida de que su presencia en la organización del Estado sea beneficiosa. De la misma manera que la intervención del Rey Juan Carlos pudo ser beneficiosa para evitar el golpe de estado de Tejero, las maniobras de los miembros de la Casa Real en los últimos tiempos, desde la caza del elefante, hasta los trapicheos de los Duques de Palma, pasando por los escarceos con esa Corina, no aportan beneficio alguno. Y desde el 23 de febrero de 1981 ha llovido mucho.

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