Bajo palio

Rafael Leopoldo / aguilera

Nubosidad variable

A veces, muchas hormigas se unen para arrastrar una miga de pan, un residuo de queso, un cadáver de cucaracha, y transportan su botín con gran esfuerzo, laboriosamente, hasta su albergue, distante centímetros o metros. Cubierto el trayecto, resulta que la pieza no cabe por el orificio de entrada, y han de renunciar a introducirla. Todo el trabajo ha sido inútil. La hormiga no tiene sentido de las dimensiones.El hombre, tampoco. Hoy por hoy, si más no. Vida, cultura y esperanza nuestra. No tengo ningún interés en justificar la "unidad" de este artículo, es una unidad que va de soi, si bien se mira. En un ensayo de opinión e informe de Joan Fuster contra Unamuno y los demás, nos dejó claro que frente a unos cuantos objetivos inequívocos, no existe escapatoria: exigen un sí o un no, una línea y una meta. Menos irracionalismo fluyente, de las falacias ideologizantes, de la aflicción permanente que sufre el hombre en su libertad y en su esperanza. Me explico. No hay "palabra pura". La palabra siempre es impura. O sea: equívoca, rutinaria, maquinal. Al Fin y al cabo, nos servimos de ella, y a fuerza de hacerla "servir" se nos convierte en mero trámite.

Menos mal que de vez en cuando nos salen poetas, que despacito y buena letra, tienden a corregir esta fatalidad de deterioro que aflige a la palabra. La quiere libre y nítida, perfecta y jovial: como en boca de Adán en un Edén intacto. Y es que para escribir esto o eso no hace falta ser un escritor; basta un escribiente, según nos decía Paul Valéry. Entre la asistencia a la taberna y al triduo, el reúma y el ocaso de las humanidades, no tenemos tiempo para nada, bla-bla-blá, pero no está mal seguir induciendo al lector a reflexionar acerca de unos cuantos temas, vidriosos y estimulantes, que por lo general, en muchos casos, sin desenfado, son alevosamente silenciados o confundidos por unos y otros. El edificio de nuestras quimeras se ha derrumbado como los castillos que construimos en sueños. Presunción, vanidad pueril, indisciplina, falta de seriedad, de aplicación, de honestidad, debilidad de mollera, incapacidad de contemplar muchas ideas a la vez, ausencia de espíritu científico, ingenua y tosca ignorancia.

La cultura nos abre un camino, pero, a la vez, nos encamina o encauza por él, y por tanto no es siempre la conciencia del ser humano lo que determina su existencia, sino, a la inversa, es su existencia social lo que determina su conciencia, pudiendo ser totalmente acultural y, sin embargo, puntualmente genial.

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