EL camino de santiago

Agustín Belmonte / agustín Belmonte

La Cruz de Ferro

El Valle del Silencio. Al abandonar este lugar a los pies del sagrado Monte Teleno me hice la promesa que siempre se hace uno cuando regresa de un viaje maravilloso: volver algún día

EN el Puente de Órbigo, el Año Jacobeo de 1.434, D. Suero de Quiñones, de noble familia leonesa, y otros nueve caballeros que se le unieron, con el permiso del rey Juan II de Castilla, retaron hasta a 300 caballeros que por allí iban a Compostela, con el único fin de afirmar que su dama -de la que la historia no revela el nombre- era la más hermosa. Hubo un muerto, al que la Iglesia negó sepultura en sagrado.

Astorga

El Albergue de Astorga estaba lejos de todo, en un colegio, y era grande y desangelado. El compañero no tuvo ánimos para andar más. A mediodía, comiendo el Menú del Peregrino, vimos el Tour. Y en la pizzería en que cenamos, el dueño nos ofreció vino ¿frío o fresco?, según fuera botella cerrada de frigorífico o abierta de cubo de hielo, más barata.

¡Cuán roncan esos malditos!

Como todas las noches, en Astorga también me tomé mi Valium para dormir. Lo malo es que me hacía roncar mucho. Un ciclista de Cádiz, desde una litera vecina, chasqueaba y refunfuñaba, pues no podía conciliar el sueño y al día siguiente iba a estar fatal para pedalear. Quiso despertarme un par de veces, pero mi compañero se lo impidió diciéndole que era otro el que roncaba:

-¡Vaya noche que ha dado usted, jefe!: ¡qué manera de roncar! -me dijo el ciclista al otro día.

-Lo siento, hijo, lo siento mucho -me disculpé.

Al día siguiente las solitarias ruinas de Foncebadón -apenas un caballo suelto- nos reconciliaron con el Camino: volvíamos a peregrinas soledades. Al fondo, el sagrado Monte Teleno aún tenía nieve. A sus pies, el Río Valdueza y el Valle del Silencio.

la cruz de ferro

Desde Foncebadón la subida es continua. Hay un momento en que te das cuenta de que, en el horizonte, ha aparecido la meta siguiente, el punto más caminero de todo este tramo: la Cruz de Ferro. Y verla, al revés que otros hitos, que parecen no alcanzarse nunca, te da alas en los doloridos pies. Hemos conocido, desde el 84, tres postes ya con éste. Las Asociaciones de Amigos del Camino no dejan de reponerlo. Es costumbre peregrina ancestral dejar una piedra en ofrenda al dios del paso en cada Milladoiro, y este lo es por antonomasia. Así se ha ido formando el montón inmenso que sostiene el palo. No hay peregrino que no pare aquí, que no cumpla con esta tradición.

acebo

En Manjarín, otro pueblo abandonado, hay un chalao que se dice templario y ha puesto un chiringuito con unos indicadores de distancias en kms a Roma, Jerusalén, Macchu Picchu, Santiago, Finisterre... Pasada la Cruz de Ferro, en la cumbre del Monte Irago, comienza El Bierzo, que fue provincia.

La bajada al Acebo es uno de los tramos más terribles del Camino. Desde los 1.500 m de la Cruz de Ferro, se precipita -por senda de cabras- al inmenso hoyo del Bierzo, aprisionado entre los Montes Aquilinos y las sierras gallegas del Cabreiro y los Ancares. Todavía hoy no acierto a comprender cómo resistimos aquello, sobre todo él, con sus maltratados y machacados pies, nunca bien reparados.

El Camino seguía bajando aún más y decidimos, entonces, sellar, descansar y comer una buena empanada gallega, como en el 84 y el 98. Ahora la Calle Mayor está asfaltada y tiene bares, un Albergue y vendedores de bordones y cosas.

ponferrada

Venía luego una selva de castaños gigantescos. Sobre el tronco de los más viejos siempre lucía la entrañable, imprescindible y abnegada Flecha Amarilla: sin ella, qué hubiera sido de nosotros.

Poco después sería muy distinto, cuando malamente, a trancas y barrancas, cansados, destrozados, llegamos a Ponferrada. Las flechas amarillas nos llevaron, rodeando toda la ciudad, al puente románico que cruza el Sil -la pons ferrata que dio nombre a la localidad, y al Castillo Templario-, pero no al Albergue, trasladado a la zona nueva. Las hospitaleras se excusaron alegando que era competencia de la Asociación Local de Amigos del Camino y que ya habían enviado a un ayudante a pintar flechas nuevas. Aquí conocimos a un ciclista de Irún hacía el Camino desde el Pirineo ¡en sólo 5 días!, a razón de 150 kms diarios, pues no tenía más vacaciones.

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