EL camino de santiago

Agustín Belmonte / agustín Belmonte

¡¡Ultreia, Santiago!!

Héroe del Camino. Nunca podré agradecerle bastante su compañía y su tremendo valor para, aun con los pies machacados por las ampollas, llegar hasta el final de nuestro viaje

CON cuánta emoción entonarían los peregrinos el Canto de Ultreia desde el Monte del Gozo! Llegar a Compostela en los siglos medievales era casi un milagro. Muchos se quedaban, literalmente, en el Camino.

Labacolla

En Melide nos invitaron en una pulpería tradicional a cenar pulpo a feria regado con unas jarras de Ribeiro muy frío, y en Castañeda dejamos las piedras que traíamos desde Triacastela.

Después de almorzar y sellar en un restaurante de Labacolla, una señora nos indicó el preciso lugar donde los peregrinos solían hacer sus abluciones antes de llegar a Compostela. Fuese o no el lugar, nos dio igual: con la emoción de estar repitiendo los gestos, el ritual caminero de todos los que nos precedieron en el espacio y en el tiempo, con la unción de casi estar viviendo un momento histórico, desde luego un momento crucial en nuestras vidas, con el respeto y la admiración hacia los que hicieron el Camino antes que nosotros, nos lavamos el cuello -dijo el compañero- y seguimos adelante renovados y dispuestos.

Monte del Gozo

Desde el Monte del Gozo los peregrinos antiguos, como los actuales, veían las torres de Compostela por vez primera. El primero de la compañía, del grupo, que las vislumbraba era nombrado Rey de la Peregrinación -en nuestro caso, el compañero- y tenía derecho a unir ese apelativo a su apellido. Entonces se entonaba el Canto de Ultreia y se renovaban las promesas hechas al comenzar la aventura.

Era una gran alegría acompañada de una pequeña tristeza: lo habíamos conseguido, pero también en este preciso lugar decíamos adiós al Camino, quien sabe si para siempre.

Llegada a Santiago

Santiago recibe al peregrino con un acelerado trajín de autovías y tráfico. El Camino, lo mismo se hace arcén de carretera que escalera de hormigón, isleta de algún cruce, acera, paso de peatones... Ese día, además, decidió hacer un sol de justicia y un calor agobiante, el primero de todo el viaje. Buscábamos sombras y líquidos y visitamos una máquina de bebidas y un bar. Fue uno de los días más largos. Los sucesivos ensanches modernos de la ciudad no parecían acabarse nunca. Por fin, pudimos entrar en la zona antigua por la Calle de San Pedro, que es Camino de Santiago, y la Porta do Camiño, señalada con un crucero. Por la Vía Sacra llegamos a la Catedral y, sin descargar las mochilas, vimos la Portada Platerías, la Fachada del Obradoiro y el Pórtico de la Gloria.

Nuestros ritos santiaguistas

Uno, a uno, cumplimos con todos los ritos:

-colocación de la mano en la Columna de Jesé del Pórtico de la Gloria, sobre la huella que todos los peregrinos de la historia han ido formando;

-3 cabezadas contra el Santo dos Croques (que es el Maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria), para que su talento se nos transmita;

-abrazo al Apóstol (imagen obra del Maestro Mateo) tras el Altar Mayor;

-visita a la Cripta donde se conserva la urna con el cuerpo de Santiago.

En la Oficina del Peregrino nos pusieron los últimos sellos y nos dieron las COMPOSTELAS o COMPOSTELANAS, escritas en latín. Son las certificaciones de haber hecho el Camino a pie. En la Misa de Peregrinos, a las 12 de la mañana siguiente, el deán, hombre vehemente, nos nombró, y nos felicitamos por ello.

Regreso

No quisimos más albergues. Nos apetecían camas cómodas con sábanas limpias, lujo que casi habíamos olvidado. Y un buen baño. En un restaurante con una vista nocturna espléndida sobre la Catedral, cenamos solomillo, vieiras y tarta de Santiago, con el mejor vino de la casa, un mencía Ribeira Sacra, pequeño homenaje que nos dimos. Finalmente, el compañero, que nunca había viajado en avión, tuvo que tomar dos para volver a Almería.

He caminado tanto…/

Pero la senda no acaba./

El cansado atardeder…/

Una fuente se echa en falta./

Llegar. Llegar no es la meta./

La meta es anda que te anda./

Sin alforja ni vehículo:/

un bordón y unas sandalias./

Andar es vivir: ¡vivir!/

Compañero, la Senda no acaba./

(Agustín Belmonte. 1998)

El Camino de Santiago -o la Vía de la Plata, o el Camino Mozárabe desde Almería- es una gran experiencia, digna de contar a los nietos. ¡¡Buen Camino!!

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