Bajo palio

rafael Leopoldo / aguilera / /

La casa azul

CASA Azul del escritor Agustín Belmonte viene a ser una obra literaria magistral por el contenido dramático que se recoge en ella y por el sentido ejemplarizante para todas aquellas generaciones venideras que ponderen el sentido común antes de actuar con beligerancia frente a personas que piensan de forma diferente, y cuyo pensamiento desigual nunca puede considerarse un delito.

Agustín Belmonte ha sabido recoger en "La Casa Azul" la experiencia difícil de cientos de niños y niñas almerienses que tuvieron que sobrevivir con penuria, no solo durante la guerra incivil del 36, sino posteriormente, ante las depuraciones ignominiosas de los correajes frente a quienes lo único que pretendían es llevarse una algarroba o manzana picoteada.

Con un lenguaje literario objetivo, cercano, afectivo y natural sin complejidades ni estridencias didácticas, nos hace un desarrollo dramático del miedo y el terror junto a la enfermedad y falta de alimentos que pasaron miles de niños y niñas en nuestra vetusta y amada España, y que después con actos de contrición tuvieron que seguir sufriendo con escarnio toda esta falta de atención personal y familiar con la falta de libertad.

La idílica y esperanzadora Casa Azul de la vega de Pechina nos viene a describir lo qué nunca debió de haber ocurrido, pero la insensatez y la falta de cordura, las envidias y los rencores alimentaron la dialéctica de las pistolas para dirigirlas a quienes eran los más débiles, los niños, las mujeres, los ancianos, los discapacitados, todos ellos y ellas víctimas agravaron su situación, y tardarían sucesivas generaciones para poder salir de tan apesadumbrado y triste encuentro bélico.

Doscientas setenta y cinco páginas editadas por Didot para describir a los cánticos de la Internacional y el Cara al Sol la ilusión de unos niños y niñas combatientes sin ideologías ni creencias frente al tracoma, los piojos, la sarna, la tuberculosis, la hambruna y sin familia, solos en este mundo. Y a pesar de ello, el ilusionante día a día para seguir jugando, soñando y amando humildemente, sin odios ni venganzas. Esa fue la mejor educación que recibieron de sus educadores.

Gracias Agustín por dar vida testimonial a cientos de miles de niños y niñas que sufrieron como héroes el martirio de la miseria y el abandono, del miedo y el terror, y que muchos no pudieron ver y sentir una nueva primavera para cambiar el mundo de base.

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