La tribuna

coronel / javier / soriano

Al teniente Mateu Istúriz

EN 1978 el que suscribe ingresaba como Caballero Aspirante en la Academia General Militar de Zaragoza para cursar los estudios que una vez superados me permitirían obtener el empleo de Teniente, comenzando así mi andadura militar. La Academia General Militar, la General, es el Centro de Formación donde se forman los Oficiales del Ejército de Tierra y en sus primeros dos años los Oficiales de la Guardia Civil. Este Centro vive su tercera época, ya que fue creado en Toledo durante el reinado de Alfonso XII en 1882 y fue cerrado en 1893. En 1927, durante el reinado de Alfonso XIII se recupera este Centro que se establece esta vez en Zaragoza, pero en el marco de las reformas militares impulsadas por el Ministro de la Guerra de la II República Manuel Azaña es de nuevo cerrado en 1931. Sería después de la guerra civil cuando con la reorganización de los estudios militares se vuelve a abrir en 1940.

En septiembre de 1978 ingresábamos como Caballeros Aspirantes un grupo de jóvenes con la ilusión por alcanzar nuestro objetivo que no era otro que cumplir con nuestra vocación de servicio a España a través del Ejército y la Guardia Civil.

Entre mis compañeros estaba Ignacio Mateu Istúriz; no era del círculo más cercano de mis amigos, pero en un régimen de internado, cuando llevas unas semanas, conoces de una forma u otra a todos. Pero su nombre dejó de ser el de un compañero mas cuando en noviembre de ese mismo año, con apenas dos meses en la Academia un día nos despertamos con la noticia del asesinato de una persona en Madrid por el comando Madrid de ETA, esta persona era el magistrado del Tribunal Supremo José Francisco Mateu Cánoves, su padre. El Caballero Aspirante Mateu había pretendido ingresar en la Guardia Civil, pero su padre, ya por entonces amenazado por ETA, le aconsejó el ingreso en otro Cuerpo porque "con uno en la familia que esté amenazado ya es suficiente". Tras el asesinato de su padre tomó la decisión de solicitar mediante derecho de petición a Su Majestad el Rey ocupar una plaza para la Guardia Civil, renunciando a la obtenida para el Ejército, siéndole concedido el cambio.

Tras cinco años de estudios, el 15 de julio de 1983 recibía en el patio de la General el Real Despacho de Teniente de la Guardia Civil, siendo destinado a petición propia a la Unidad de Logroño de los Grupos Antiterroristas Rurales. Tres años después, en la mañana del 26 de julio de 1986 caía asesinado mediante una bomba-trampa en las proximidades del Cuartel de la localidad guipuzcoana de Arechavaleta; junto a él caía también uno de sus Guardias Civiles, Adrian Gonzalez Revilla.

Los Oficiales del Ejército de Tierra solemos hacer referencia al "espíritu de la General", ese espíritu construido sobre unos valores que se nos inculcan a lo largo de los cinco duros años de formación en la Academia de Zaragoza. Entre esos valores me gustaría destacar los de Disciplina y Lealtad; de la Disciplina hay una vieja definición que dice entre otras cosas: "…¡Disciplina! Que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía,…"; de la Lealtad, el saber decir las cosas cuando hay que decirlas y el guardar silencio cuando hay que hacerlo. ¡En cuantas ocasiones mi pensamiento me dictaba hacer lo contrario de lo que se me ordenaba, e incluso dar rienda suelta a estos pensamientos! Una de esas ocasiones fue sin duda la que aconteció con el asesinato del Teniente Mateu; una familia que ha tenido que soportar dos atentados.

En esos momentos es cuando surge el espíritu de la General, guardando el silencio que exige la Lealtad y cumpliendo las órdenes que se nos manda aun cuando el pensamiento y el corazón nos dicen lo contrario que exige la Disciplina.

Hay un dicho popular que dice: "la barca pasa pero el río queda". Las personas como el Teniente Mateu no pasan, perduran imperecederas en el tiempo, alojándose en ese lugar que no permite el olvido: nuestro corazón, manteniendo vivo el recuerdo de aquel joven que pudiendo haberse quedado en el Ejército, solicitó su pase a la Guardia Civil para luchar contra los asesinos de su padre desde el orden y la ley.

Sirvan estas palabras de homenaje a cuantos como mi compañero el Teniente Mateu cayeron en el cumplimiento de su deber, sin pedir nada a cambio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios