Acada persona o profesión le persigue un fantasma en su vida. Algo que le puede llegar a incomodar sobremanera su existencia o su trabajo cotidiano. En mi caso, le temo a la Copa del Rey más que a una vara verde. Los extraños horarios fijados en días laborables, la falta de interés (véase las entradas en todos los estadios) y la plaga de suplentes a escena, hacen que el espectáculo sea lo más parecido a una película de Almodóvar. O sea, todo transcurre bajo un triste manto tan desganado como indiferente, gracias a los cerebros que siguen arrinconando a una competición que podría ser interesante, si algunas peculiaridades ya aplicadas en otros países las pusiéramos en práctica. Dicho esto, más que en el insulso partido que ya venía medio sentenciado, habría que centrarse en las individualidades. Al menos un jugador estará muy contento, Ustari. El meta podrá seguir gozando de minutos en Copa, porque en la liga lo lleva claro. Cristóbal volvió a saborear la primera de cerca; ya debutó en Copa cuando el equipo militaba en la máxima categoría. He observado al malagueño en varios encuentros con el filial y ayer me dio la misma impresión. El centrocampista se halla en una fase de su carrera determinante, porque no termina de dar el salto de calidad necesario para formar parte del primer equipo. Se le agotan las posibilidades. Sin embargo, Hicham me proporciona otras vibraciones de cara al futuro. El marroquí no es un jugador habilidoso, ni siquiera tiene un cuerpo que imponga respeto a los defensores, pero sabe estar en el sitio como nadie. Me recuerda a Julio Salinas, tosco como él solo, pero efectivo de cara a puerta. En los pasados Juegos Mediterráneos ya fue máximo artillero y campeón del torneo con su selección. Del resto, cabe destacar la excelente forma de Nelson. Buen preludio para enfrentarse a su ex equipo el próximo sábado. A ver si el el siguiente emparejamiento expulsa a los fantasmas que nos persiguen a los que debemos edulcorar la insípida Copa del Rey.