A la luz del día

antonio Montero Alcaide

Agentes anti- rumores

LA delación suele ser una práctica vilipendiada pero efectiva. Otra cosa es que, con ella, se alcancen los fines deseados o justo los contrarios porque, cuando se obtiene información de manera torticera, no solo acaban afectados quienes son objeto de esas pesquisas taimadas, sino también los que, por distintas razones, las acometen. Algunos ayuntamientos han puesto en marcha programas formativos para convertir a voluntarios en "agentes anti-rumores". Incluso suponiendo que la intención fuese loable, sabido resulta que asimismo lo son muchos de los propósitos que empiedran los caminos del infierno. De modo tal que, si se repara solo en la anécdota de los rumores, la categoría de la delación puede hacer de las suyas. A ver, los agentes anti-rumores tienen la encomienda de desmontar juicios y valoraciones negativas, xenófobas o de parecido tipo que, en situaciones ordinarias y cotidianas, pueden manifestarse por ciudadanos anónimos, puestos en la tarea de solucionar problemas complejos con la simple y sencilla sabiduría que se dispensa en la tertulia de la barra de un bar. Entonces, los agentes, con la diligencia y los recursos aprendidos en su entrenamiento, despliegan argumentos para poner en cuestión las expeditivas, inconvenientes y hasta repudiables opiniones o comentarios que puedan captar con sus finos oídos. Luego el barrido de conversaciones que tales agentes han de escuchar, hasta discernir las que son objeto de su celo, será tan amplio como para que, en esa faena indagatoria, quepan todo tipo de chismorreos. Imaginen, por ello, el caso de alguien que esté poniendo a caer de un burro a su jefe -cuestión, por lo demás, inevitable en muchos casos-. Por cierto, un amigo de los de verdad, ya retirado de su reconocido ejercicio profesional, solía recordarme esa máxima que prescribe que del jefe, como del mulo, cuanto más lejos más seguros. Pero, no nos desviemos, pongámonos en esa situación en la que un desconocido, de pronto, con la excusa por delante, "No es que estuviera pendiente de la conversación, pero como he escuchado…", ilustra sobre las bondades del buen líder y lo incomprendido que resulta ese ejercicio. Tal vez, la primera reacción solo sea una mirada de reojo del interpelado pero, como el celo doctrinario se aplique a lo controvertido, es más que probable que la situación acabe en descalabro. Por eso conviene pedir que estos singulares agentes vayan de uniforme ya que así serán más disuasorios. Éramos pocos y…

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