Paso a paso

Rafael Leopoldo Aguilera

Literatura póstuma

LA muerte está inseparablemente encadenada a la palabra, como un cordón umbilical, que es su prolongación en nosotros, porque a través de la palabra se proyecta en nosotros. La muerte es, toda la vida, solamente una palabra que llevamos dentro, palabra vacía, diáfano presentimiento, herencia oprimida en nuestro ser, comunicándonos con un espacio recóndito, concibiéndolo, intuyéndolo y simbolizándolo al final.

Y la literatura póstuma, una confesión-narración, es precisamente un intento por alcanzar una conversión a través de la palabra que conjura y provoca, sobre el cambio radical del estatuto ontológico del hombre, simbolizado por la muerte. Intento fracasado, pero no por eso menos significativo, que penetra la obra de autores de la "literatura póstuma": Kierkegaard, Kafka, Nietzsche o Unamuno. Siempre se nos dice que no hay que pensar en esto - se nos dice-, sí nos pusiéramos a cavilar en la muerte, se haría imposible la vida. Hay que pensar en ello, porque siendo el principio del remedio conocer la enfermedad, y la muerte es la enfermedad del hombre, conocerla es el principio de remediarla, tal y como nos manifestaba Fr. Holderlin en su poema Patmos "Allí donde aparece el peligro, surge también la salvación". Unamuno es el gran referente español del siglo XX en este extraño quiasmo que traza la palabra póstuma con dos acontecimientos capitales, que se entrecruzan y logran una efímera contemporaneidad : doble-palabra, palabra -pliegue, palabra póstuma, la palabra escrita que es retirada de la vida y ofrecida a otro espacio, el de la obra literaria, eliminando el -yo- , la vanidad, y dando lugar a la literatura póstuma como género literario que nos restituye a la verdad y que es la perspectiva de la muerte. María Zambrano es quien mejor ha expresado para entender este género literario en la fuerza gestáltica que late en el sentir unamuniano, al escribir de este tipo de literatura "(…) Es el lenguaje del sujeto en cuanto tal. No son sus sentimientos, ni sus anhelos siquiera, ni aún sus esperanzas; son sencillamente sus conatos de ser. Es un acto en el que el sujeto se revela a sí mismo, por horror de su ser a medias y en confusión". Esta meditatio mortis sobre la muerte, una constante de la mística española, no es un dato inmediato de la conciencia angustiada sino una sabiduría largamente buscada y deseada "Es sueño, Cristo, la vida y es la muerte vela".

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