LAS palabras se escriben para perdurar, en contraposición con los números, que ante su velocidad se borran en el trazado realizado en un espacio cubierto de arena o polvo, similar a cuando de pequeños escribíamos con el vaho de la inocente boca, en los cristales de los amplios ventanales de crujiente madera y fino cristal de nuestras vetustas casas y, luego con las blancas manos, los alisábamos para volver a escribir. Algo de esto tuvo que suceder en el único acto público y notorio descrito en los evangelios canónicos, en donde el Hijo del Hombre, mientras lapidaban a una "mujer adúltera", utilizó el dedo índice para escribir en la aridez polvorosa del suelo del monte de los Olivos y tras dejar de hacerlo, lo leyó a viva voz lo que estaba escribiendo, "iuris tantum" : "Aquel de vosotros que no tenga pecado, puede tirarle la primera piedra", intuía que todos tenían "pecadillos", se marcharon y no lanzaron ni una sola piedra. Y es que la escritura es memoria y olvido, cara y cruz de una misma moneda, siempre tan laboriosa, y a la vez tan frágil, vulnerable a la beligerancia de la mediocre ignorancia del sin sentido común.

Este fin de semana, se ha llevado a cabo la I Miscelánea Literaria de Almería (MISLITAL), que ha sido un éxito en la participación activa de autores, editores y lectores, en los que cada uno o una, ha expresado los sentires más elementares que les llevó a escribir o a leer, unos/as y otros/as, con gran sentido vocacional de transmisión del pensamiento y de las ideas a la actual sociedad. Una bella tarea de mujeres y hombres, muchos de ellos y ellas jóvenes, sin ningún tipo de ayuda y a pie de calle. Solo su arte en un compás de sinfonía, a través de miles de palabras sobre papel hecho opúsculo o libro, y que merecen todo el apoyo, no solo de la ciudadanía y las entidades académicas, sino de la Administración Pública y otras entidades privadas, que apoyan la cultura como un valor añadido de productividad y empleabilidad.

La cultura del libro, esencial para el avance de la sociedad. No es nada deficitaria, al contrario, hace tanto bien o más, como otras actividades del ocio productivo cuyo esfuerzo, incluso, es menor que el que realizan con ese don a duende y embrujo los escritores y poetas, quienes a mano o informáticamente escriben miles de historias, entre la rigurosidad científica y divulgativa, pero sobre todo, para acercar la liturgia del saber y entender humanístico a la comunidad, porque al fin y al cabo, el mundo es el resultado místico de la escritura divina en un cálamo iluminado con la luz de una lámpara.

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