Paso a paso

Rafael Leopoldo / aguilera

Perdona a tu pueblo

Aunque vamos a entrar en el periodo litúrgico del Adviento en el año del milieurista milenio taifal, más bien parece que estamos siempre en Cuaresma, ambos de metamorfosis penitencial a pesar de las tribulaciones terrenales con el rezo diario en todas las laicas horas con maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas sin el sonido de las campanas llamando a la oración "perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor".

Vocablos evangélicos en tiempos de una beligerante laicidad del corazón y el alma, antónimos en las locuciones sin propósito de enmienda, a destiempo, a granel, a posteriori, a priori, del pasaje bíblico canónico, en la que el Señor de la Vida y la Esperanza trazó la única redacción escrita sobre la árida tierra prometida: El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.

"Por tu poder y amor inefable, por tu misericordia entrañable. Somos el pueblo que has elegido y con tu sangre lo has redimido. Reconocemos nuestro pecado que tantas veces has perdonado. Dios de la fiel y eterna Alianza, en ti ponemos nuestra esperanza,…perdónanos Señor."

La conversión sin esperanza no se entiende, y la esperanza está basada en comportamientos y conductas sociológicas y psicológicas que nos lleven a la ética universalmente aceptada, sin caer en los deslices mortales y evitar los veniales que nos abocan a la catarsis metafísica y terrenal: la adulación, estafar a un trabajador de su salario, poner en peligro su propia seguridad y de otros por la embriaguez o drogas, la ira, el falso testimonio, el odio, mentir, el asesinato, perjurio y juramento en falso, la violación, la negativa de las naciones ricas para ayudar a aquellos que son incapaces de garantizar los medios de su desarrollo por sí mismos, el terrorismo que amenaza, hiere y mata sin discriminación ,....etcétera.

Quedémonos, por imperativo legal y a pie de calle, con las debidas formalidades legítimas y lícitas en los diversos códigos deontológicos legislativos y códices judiciales, propios del lenguaje administrativo, que sería el fiel y estricto cumplimiento del Derecho Positivo nacional e internacional y normas de Derecho consuetudinario. En fin, no hace falta amonestación alguna, todos somos absolutamente prescindibles, hasta los que tienen una foto tamaño carné encabezando su columna de opinión.

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