OPINIÓN

RAFAEL LEOPOLDO AGUILERA

Oficio de Tinieblas

COMENZAMOS el periodo litúrgico de cada Cuaresma el Miércoles de Ceniza con el testimonio de la palabra revestida de sacralidad Memento Homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris, finalizando con la telúrica semana de Pasión y el comienzo de la Semana Santa, la semana de mayor de mayor autenticidad en la espiritualidad de los cristianos, de los católicos, al conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios -Et verbum caro factum est et habitabit in nobis-. Pero nuestra milenaria tiene que recuperar para Mayor Gloria de Dios y de Su Santísima Madre María Santísima en sus Misterios Dolorosos y Ánimas Benditas del Purgatorio, uno de los ejemplos más conmovedores que fue siempre el Oficio de Tinieblas, Officium tenebrarum, que no es otra cosa que el canto de las horas litúrgicas Maitines y Laudes del Jueves, Viernes y Sábado santos, trasladados a la víspera, siempre al atardecer, para posibilitar una mayor asistencia de fieles y cofrades, que durante estas fechas arriman el hombro con pasión, haciendo de la ciudad la piadosa Jerusalén de hace 2.000 años.

Destacar este Oficio, con la denominación de Oficio de Lecturas y Laudes en el templo o sede canónica, el Viernes y Sábado Santo, pero por la mañana, a las 10, en la oscuridad de las bóvedas del coro del recinto claustral conventual o monacal, con tan sólo las velas de un tenebrario y la presencia del sacerdote revestido con atributos eclesiales de negritud oscura -Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam-. Sería muy conveniente que las hermandades penitenciales llamadas de silencio, recuperasen en sus sedes canónicas, donde no se esté llevando a cabo, el Oficio de Tinieblas, llamando a la presencia, no solo de cofrades, sino a fieles y vecinos del entorno de la feligresía para asistir al cántico de las diversas antífonas, responsorios y salmos de luto reconfortador, que junto a las lecturas correspondientes al Triduo Sacro, recordamos la humana y divina Pasión de Cristo, su agonía y muerte, sus exequias y sepultura.

Este Oficio de Tinieblas, melancólico, tan recordado por muchas personas mayores, pues se celebraba en casi todas las iglesias, semeja la celebración de unas exequias o funerales, pues no faltan ni los salmos, ni las antífonas, ni los responsorios fúnebres y de lamentación. Además no hay música y las imágenes estaban cubiertas con telas blancas en señal de luto por la muerte de Cristo. Y todo acompañado de la oscuridad. Era tal la impresión que el acto causaba, sobre todo en los niños, y también en algunos mayores, que se retiraban a sus casas pensando en que la muerte de Cristo había ocurrido de nuevo, de modo real, en este día. -Quaeritur primum regnum Dei et iustitiam eius, et haec omnia adiicientur-. Purifiquemos la religiosidad popular, el catolicismo popular, con la recuperación de prácticas religiosas que realizaron nuestros hermanos cofrades que nos precedieron en la fe y vistieron con reverencia y les sirvió de mortaja la túnica nazarena, el costal o la mantilla. -Neque dicent ecce hic aut ecce illic ecce enim regnum Dei intra vos est-.

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