Luz de cobre

Antonio Lao

La cochinilla del carmín

LAS chumberas de la provincia agonizan. La cochinilla del carmín se impone con rotundidad y acaba con siglos de historia, con formas de vida milenarias, con quitahambres en tiempos de penurias y con un manjar exquisito para el verano como es el chumbo.

La enfermedad de las paletas, que empezó con fuerza en el Levante, Almanzora y Los Vélez, ha colonizado año tras año las plantaciones de chumberas que se diseminan por toda la provincia, arrasándolas a su paso y dejando tras de si un paisaje de algodón putrefacto, de telas de araña insoportables, incluso amenazando en las noches de verano las veladas de los vecinos de La Chanca, las visitas a La Alcazaba y el toque animoso de los guitarristas y cantaores nocturnos de Pescadería.

¡Qué tiene que pasar para que Medio Ambiente decida afrontar el problema! Una tierra es por su historia, por su pasado, por sus tradiciones, por sus pequeñas cosas, y saborear un chumbo recogido con las gotas del rocio mañanero, para evitar que las molestas espinas se claven, es un placer que no debe perderse. El vendedor ambulante en cualquier esquina de la ciudad, que te los prepara y te los pone en una bolsa para que sorprendas a la familia en cualquier hogar de esta tierra, cuando el calor te acogota y apenas te deja respirar y tradición, es sabor, es Almería.

Aún recuerdo cuando era niño, como mi padre se levantaba primera hora de la mañana y se acercaba a las paletas. Tenía las manos tan curtidas por el trabajo que no necesitaba guantes para alzarse con los mejores ejemplares y echarlos a un cubo de latón que estuvo por la casa muchos años. Metódico, como pocos, arrancaba una mata, de las muchas que se criaban entre las pencas, barría los chumbos, solo aquellos que de verdad tenían sabor. No me pregunte como distinguía los buenos de los malos, los agarraba con la mano, media vuelta, y para casa. Luego, no se extrañen que al mediodía se conviertiera en un postre especial, en una imagen que ha perdurado y que espero me acompañe siempre. Tampoco olvido a los extranjeros, aquellos turistas que llegaban a la provincia en coche, aún hoy lo hacen, y que paraban el vehículo en el arcén de la carretera y eran capaces de coger chumbos con las manos, a pleno sol, e incluso llevarlos a la boca sin pelar, ante la atónita mirada de los lugareños. ¡Qué momentos! Pues bien, todo ello prácticamente ya es historia. Aún qudan algunos focos de paletas en el Nacimiento. Los del resto de la provincia se pudren superados por la cochinilla del carmin, una plaga invasora que llegó como tantas otras, sin que nadie pusiera o ponga medios para combatirla. Ustedes se imaginan como ocurra lo mismo con la nueva enfermedad del olivo, Xilella Fastidiosa, que ya coloniza Italia y que puede dejarnos, si llega y no se actúa, sin uno de nuestros productos por antonomasia y fuente de ingreso, como es el aceite de oliva.

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