Paso a paso

Rafael Leopoldo Aguilera

Don Carnal y Doña Cuaresma

PISTOLETAZO teatral del carnaval almeriense con la presentación del alegórico cartel representativo de Don Carnal. Nuestra generación, aquella que se desarrolló providencialmente durante la Transición política, apenas tuvo consciencia individual o colectiva, de la existencia del carnaval en la capital, incluso en la provincia, debido al régimen político imperante en España. No es menos cierto, que conocíamos el carnaval, sea por lecturas de libros oficiosos o del boca a boca entre los vecinos mayores del barrio, que nos contaban como era el mismo durante la República y al comienzo del régimen franquista, pero que fue suspendido por razones de moral y seguridad, a fin de evitar bajo las máscaras, altercados públicos no solo políticos, sino venganzas personales. Llegado el actual y cuestionado sistema de convivencia democrática de 1978, se puso el marcha a nivel vecinal e institucional, la recuperación de esta tradición derivada de aquellos años de escolástica, en la que ante la llegada de los cuarenta días de ayuno y abstinencia por imperativo legal, previamente, durante unos días, el pueblo llano se echaba a la calle para disfrutar con alegría inconmensurable todos los buenos vicios derivados de los pecados capitales, antes de la llegada del tiempo de conversión inquisitorial. Tiempo carnavalesco, que terminaba el domingo o martes de piñata con el entierro de la sardina ante la llegada del Miércoles de Ceniza, comienzo de Doña Cuaresma con la frase: Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris. Ahora Don Carnal y Doña Cuaresma se solapan sus actividades de carácter lúdico y religiosas, a un mismo tiempo de continuidad, convirtiéndose el carnaval en una fiesta permanente todo el año. No es cuestión de hacer un repaso de la historiografía del Carnaval y de cuando se celebraba habitualmente y su duración. Lo cierto es que actualmente, todas las fiestas de profundas raíces cristianas están teniendo un alargamiento festivo, viendo y escuchando con atención y agrado, las actuaciones de murgas, comparsas y chirigotas en el caluroso agosto con motivo de las patronales fiestas. Algo ha cambiado en la sociedad, que la frívola y lúdica fiesta se ha convertido en el eje vertebrador de nuestro ocio productivo, conjugándose los antifaces del carnaval con los antifaces penitenciales, en fin, todo es cultura popular a pie de calle.

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