Rafael / Leopoldo

75 años de la bendición de la virgen de laSoledad

LA Cofradía de la Soledad está celebrando este año litúrgico, el 75 aniversario de la bendición de la sagrada imagen mariana, tras haber sido quemada en 1936 por el beligerante anticlericalismo, que se produjo durante la II República y que se recrudeció al no triunfar en Almería el Alzamiento Nacional, lo que dio lugar a actuaciones de violencia sistemática de los milicianos hacia los sacerdotes, religiosos y creyentes, y sus elementos más significativos de culto. Si bien es cierto, que tras el estallido del golpe militar frente a la República, el clero se unió al mismo, salvo excepciones, no es menos cierto, que hasta ese fatídico 17 de julio, el clero español no tuvo ningún contacto con los militares y las fuerzas políticas -falangistas y requetés-, que decidieron la insurrección nacional. Y sí se unieron al llamado "bando nacional" fue por motivos de supervivencia física, refugiándose el clero y los fieles ante como se les perseguía de forma implacable y sobrecogedora por parte de quienes apoyaban la bolchevización de la II República. En la derruida Iglesia de Santiago Apóstol tras la guerra incivil de 1936-1939, existía desde 1768 una cofradía fundada por los religiosos Servitas, para dar solemne culto a la maravillosa imagen sagrada de los Dolores, atribuida a imaginero levantino Francisco Salzillo, que en dicho templo se había venerado hasta los luctuosos días de la dominación roja.

Con esta única imagen se hacía la procesión de La Soledad, la noche del Viernes Santo, que, por su magnificencia y por la exteriorización del fervor del pueblo, llegó a alcanzar igual nombradía que las entonces celebradas en Sevilla, Granada y Murcia. Recuerdo en los años sesenta, siendo hermano mayor Diego Torres con los cofrades Marín Rosa, Pablo Segura, Francisco Plaza, Juan Montoya, Juan Espinosa, Pablo Segura, Luis Criado, y muchos otros más, y hasta los sacristanes Vicente Martínez y, posteriormente, María Salinas, y el monaguillo Diego Tomás Martínez, que era impresionante presenciar el silencioso cortejo procesional, en la plaza Marín o del Monte, acompañado de cientos de mujeres enlutadas portando velas. La Cruz de Guía que portaban era la antigua de la Real, Ilustre y Franciscana Cofradía del Silencio.

Clausurada la iglesia de Santiago tras la "Cruzada" por la situación en la que había quedado la misma, al comienzo de la dictadura franquista, se trasladó la Cofradía con la imagen, a la capilla del convento de clausura de Santa Clara, siendo la abadesa la Madre Sacramento. En esa época fue necesaria toda la buena voluntad, que era mucha, de aquellos beneméritos Hermanos Mayores, primero, Manuel García Sánchez y Tomás Terriza Gómez, después, para sostener el culto, luchando heroicamente con lo adverso que las circunstancias acontecían, no todo fue esperanzador durante el anterior régimen autoritario.

Restablecido el culto en la antigua Iglesia, volvió a ella la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, la cofradía de los pobres, por su siempre acercamiento fraternal, a coadyuvar las miserias y carencias de los más necesitados, comenzó a celebrar solemnísimos septenarios - con exposición de S.D.M., estación, rosario, ejercicio, cánticos de los dolores murcianos, reserva, bendición y Stabat Mater. Terminada la guerra de "liberación de España", era tal el momento de gran espiritualidad en la España del nacional-catolicismo - más tarde en tiempo nacional-sindicalismo-, que dos semanas anteriores a la Semana Santa se cantaban las novenas de los dolores, que constaban de siete dolores y cinco llagas. Fue necesario reorganizar la Cofradía a la que le faltaban destacadísimos y entusiastas elementos. Sacrificados por la "bestial revolución"; las nuevas directivas que por amor a nuestra Madre, aceptaron las cargas con todas sus consecuencias, venciendo las mil dificultades que se oponían a su labor, habiendo sido la primera el conseguir la fiel reproducción de la imagen-primitiva, que encargaron a un reputadísimo imaginero madrileño José Ortell; adquiriendo la Cruz, que salió en la procesión el año 1945, y ampliaron el magnífico estandarte bordado en oro que tenía.

Al entusiasmo y al desprendimiento del cofrade Juan Soriano, se deberá el que, en la procesión del Viernes Santo de 1946, se estrenase el paso con la imagen de San Juan Evangelista, bellísima obra de nuestro paisano, fundador del Movimiento Indaliano, Jesús de Perceval. Los «Sanjuanistas» concurrirán a acompañar su paso vistiendo túnicas color blanco y antifaz y cíngulo color rojo. La Virgen, por lo que se puede apreciar de fotos antiguas, era de rostro triste y de mirada fija y lánguida; cejas levemente curvadas, manos unidas y sobre su cabeza una suntuosa corona. Tras la destrucción de la imagen y el trono en la Guerra Civil, sólo se recuperó una parte de los apliques de plata del trono de la Virgen. Realizándose, más tarde, nuevo trono y nueva imagen.

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