Paso a paso

Rafael Leopoldo Aguilera

Tauromaquia o arte de torear

AUNQUE el arte de la tauromaquia no tiene un tiempo determinado para su máxima expresión cultural en las plazas y cosos taurinos, parece que es público y notorio, que en época estival es cuando suele llevarse a cabo el mayor número de festejos taurinos, corridas de toros y novillos, con motivo de las fiestas patronales católicas, unas con un mayor o menor sentido laicista o aconfesional, que inundan el plurinacional e invertebrado territorio español con miles de entidades locales territoriales.

De forma concordante y simultánea a estos espectáculos cargados de duende, embrujo, emoción y sentimientos, en ocasiones, contrariados, como actualmente, en mi caso, a pesar de haber llevado durante mi bautizo como batona, el capote de paseo del torero almeriense con dos alternativas "Juanito Jimeno" o "Juan José de Almería" - "El David niño"-; se realizan exposiciones fotográficas, pictóricas y de enseres museísticos y se presentan publicaciones literarias en torno a esta singular y peculiar tradición socio-cultural, incardinada y metabolizada en una gran parte de personas físicas, a nivel fiscal y tributario, que entienden el "mundo del toro de lidia", de los cornúpetas, como la expresión más genuina del espíritu lorquiano en la unamuniana y machadiana España.

Por esta forma de entender literariamente el Arte de Cuchares, el profesor Miguel Vega con exquisita y magistral dicción didáctica y metodológica de los sentires narrados más humanísticos de quince legendarios toreros, ha plasmado con un hilo de conductor de sensibilidad "Historias probables de la Tauromaquia. De Pepe Illo a José Fuentes", editado por Ediciones Bellaterra, y presentado a la sociedad almeriense a través del Foro Taurino "3 Taurinos 3"en la cátedra de la flamencología almeriense de la Peña "El Taranto".

Una publicación amanuense, en la que el autor, Miguel Vega, nos hace entender con destellos de lances y verónicas poéticas, impregnadas de calor humano, a quienes con artística vocación, cuando suenan desde el tendido clarines y timbales, realizan el paseíllo, revestidos con los atributos litúrgicos de la secular y sacralizada fiesta de los toros, para intentar teñir en un indaliano óleo, el dramatismo de la terrenal existencia, que se retoma en cada uno de los tercios en un esperanzador y metafísico "olé" y "Dios reparta suerte" por el triunfo de la vida sobre la muerte.

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