La Escuadra de Mago

Nico García

Los tontos del pueblo

SUELEN situarse en una esquina de la grada municipal. Su plan para la mañana o tarde del domingo es simple: un paquete de tabaco (marihuana en ocasiones), una bolsa de pipas y a insultar a los jugadores del equipo contrario o linier de turno. De ahí su ubicación estratégica, en esa parte donde se sitúa el juez de línea.

En la mayoría de los casos no han dado una patada a un balón en su vida, si acaso en el patio del colegio antes de echarse a la mala vida. Su concepción de tontos ("persona falta o escasa de conocimiento o razón", según la RAE; "persona pesada o molesta", en otra acepción) es diferente a la del que suscribe.

Para ellos son aquellas personas que no visten su casaca. Por eso, los improperios durante hora y media. "Tienes que pasar de ellos y centrarte en lo tuyo", le decía un compañero a otro hace poco. "¿Y por qué tengo que soportarlos?", le respondía el último. Además de esta manada de jóvenes (el grupo refuerza su conducta), está el típico pesado, casi siempre ebrio. El resultado y el juego seguramente le darán igual. Su único objetivo es mentar al trencilla durante todo el encuentro. Es la forma en la que intenta olvidar las frustraciones de la semana. El problema no es sólo cagarse en los muertos del árbitro (literal dado su gravedad), sino que estos actos se ven normales, incluso aceptados.

"Es la cultura española. No la vas a cambiar", me decía un compañero la pasada semana. Claro, con esa actitud no se vira nada. Si un niño de cuatro años ve a su padre montar el pollo todos los fines de semana, lo acepta como correcto.

Pero imagínense que las federaciones (más preocupadas en otros asuntos menores) y los clubes llevasen a cabo un trabajo para erradicar estos actos desde abajo. Quién sabe si estos actos, vistos como normales porque "pertenecen a la cultura", irían reduciéndose.

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