Graderío

Ramón Gómez-Vivancos García

El Almería salió derrotado al campo

EL Almería no murió en la noche de ayer con las botas puestas. Desde el inicio, los rojiblancos decidieron atrincherarse muy atrás en busca de un milagro que no llegó porque los partidos duran 90 minutos. Sinceramente, a veces es preferible perder por seis goles, pero al menos tener la sensación de que, sin tener que jugar de tú a tú, se han intentado buscar los pocos puntos débiles del Barcelona. Desde un punto de vista quizás algo extremista, es como si el planteamiento se hubiera programado para no recibir demasiados goles, consiguiendo un honroso marcador final. Si fue así, que no creo, misión cumplida. El sábado por la noche, el Athletic de Bilbao perdió por un resultado más escandaloso contra el Real Madrid, pero la sensación fue diferente. Incluso el conjunto vasco recientemente disputó en el Nou Camp un digno partido. Ya sé que el Barcelona es en estos momentos el mejor equipo del mundo, pero el Almería anoche esperó que le tocara la primitiva sin comprar un boleto. Ni siquiera Negredo luchó por esas jugadas imposibles que tanto gustan a la afición almeriense.

Es posible que el gélido ambiente del estadio Mediterráneo pudiera influir, pero soy de los que creen que el empuje de los aficionados es, en numerosas ocasiones, relativo. Los jugadores ya cobran lo suficiente como para tener que solicitar un estímulo extra. En cualquier caso, no sé qué se le pasó a Valdés por la cabeza cuando saltó a calentar a falta de 20 minutos para el comienzo del partido. Quizás pensó que realizó un viaje en el tiempo a cualquier pretemporada. Seguro que con unos precios más lógicos se hubieran recaudado más euros, que a la postre era el objetivo.

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