Graderío

Ramón Gómez-Vivancos García

Increíble pero cierto

SE ha perdido una gran oportunidad. El Almería estaba disputando una magnífica primera parte, con un extraordinario Goitom que, eso sí, antes del descanso falló una clarísima ocasión que posiblemente hubiera cerrado el encuentro. Ni siquiera el colegiado de turno nos estaba amargando la tarde, sino más bien todo lo contrario, al conceder el dudoso gol de Crusat y al expulsar a Manucho, a pesar de la involuntariedad del angoleño. Incluso, durante gran parte de la segunda mitad el conjunto rojiblanco tuvo contra las cuerdas a los de Mendilibar. Con control absoluto, aunque sin llegar a ejercer un dominio aplastante porque el Almería no es el Barça, recuerdo un par de controles defectuosos de Crusat cuando ya encaraba a JustoVillar, un despeje que casi introduce en su propia puerta un defensa blanquivioleta, y dos claras ocasiones de Piatti, sobre todo la que marró por no disparar con la derecha. El Almería perdonaba, jugaba con fuego y al final se quemó. Es más, resucitó a un Valladolid que apenas creó peligro. Otra torpeza de Piatti, y ya van unas cuantas acumuladas, en forma de falta innecesaria, posibilitó al Valladolid disponer de una de esas situaciones en las que la inferioridad numérica desaparece, aunque como ayer se volvió a demostrar, no es tan determinante jugar con uno menos. Lo cierto es que Lillo acertó al apostar por la velocidad de Piatti en detrimento de un ya renqueante Goitom, pero últimamente el delantero argentino es el triste protagonista. Por cierto, un dato inquietante: en la misma jornada de la pasada campaña, ninguno de los equipos que estaban en descenso acabó en Segunda. Al final, bajaron los tres conjuntos que precedían la zona fatídica.

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