CON una inusitada y exagerada pasión se está viviendo un Mundial que en lo futbolístico está dejando mucho que desear. Desde que presencié mi primera Copa del Mundo con un uso de razón crítico, allá por el verano de 1978, estrenando nuestra primera televisión en color, no recuerdo ni tanto delirio ni tanta mediocridad deportiva. Cientos de pipiolos enfundados con la elástica nacional (me niego a escribir el nuevo y absurdo apodo: la roja), pasean horas antes de los partidos, equipados y pintados para ver por televisión a las estrellas del firmamento futbolístico. Sin embargo, esos galácticos que vemos cómo soportan el frío invierno de África (anecdótico cuanto menos), ya han pasado en carne y hueso por nuestro Estadio Mediterráneo. Leo Messi, Cristiano Ronaldo, y algunos de los goleadores de la competición, Villa e Higuaín, no vinieron de vacaciones, sino que sudaron la gota gorda para superar a nuestro Almería. Asimismo, hemos disfrutado recientemente con un posible futuro campeón del mundo como Felipe Melo, y Kalu Uche ha pasado a la historia del fútbol almeriense al ser el primer jugador rojiblanco que con contrato en vigor disputa un Mundial, consiguiendo además dos goles, que podrían haber sido más. Aunque en las próximas semanas habrá tiempo de analizar con más profundidad las particularidades de los abonos para la inminente campaña, hay que responder positivamente a la acertada medida del presidente, que al final cedió a las pretensiones de la mayoría y eliminó los días del club. También tendremos el placer de disfrutar en nuestro estadio, primero de nuestro equipo, y después de las estrellas que algunos idolatran desorbitadamente por televisión, que en unos meses volverán al Mediterráneo. ¿Manera de hacerlo? ¡Abonándose!