Graderío

Ramón Gómez-Vivancos García

Lillo mata a su otro yo

COMO en una película de suspense, en el momento oportuno apareció el personaje clave. La cara razonable de Lillo eliminó a la que estaba siendo protagonista de más. Fue como si el mismo entrenador se quitara la razón de lo efectuado con anterioridad. Por primera vez Lillo configuró un esquema equilibrado y compensado. De los experimentos de los tres primeros partidos ni hablar, aunque ya sé, el dibujo táctico de ayer fue similar al del encuentro frente al Levante, pero en aquel partido merodeaba (sólo eso) en punta un delantero llamado Goitom, al que sólo su técnico ve en forma. Pero como goles son amores, ciertos jugadores pueden ser la punta imprescindible del iceberg para que éste no se derrita. Uche, máximo realizador de la pasada campaña, puso la guinda que le faltaba al pastel. Un dulce en forma de excepcional plantilla, que tan sólo debe ser utilizado en base a unos esquemas coherentes. Al fin comenzó la temporada aquel Lillo humilde que vino, como él mismo indicó, a no joderla. Por eso, que no venga ahora Carlos García a cuestionar la opinión personal (compartida por la mayoría) de su jefe, de quien le paga, y muy bien, por hacer su trabajo. Es como si el ex bético replicara a los abonados, que también contribuyen económicamente, simplemente por recibir algún silbido desde la grada provocado por sus errores. Hablando de errores, el penúltimo desatino del club: ¿quién fue el avispado que programó el partido del Almería juvenil, líder de la máxima categoría, frente al P. Ejido, prácticamente a la misma hora que el choque de Riazor? Además de recibir escasa información del juvenil a través de la web del club, nos impiden ver en acción al prometedor equipo canterano.

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