Resistiendo

Andrés García Ibáñez

El instante decisivo

LA pugna entre la fotografía documentalista y la fotografía "artística" -esa que se permite cualquier alteración del registro original y gusta de la contaminación con otras disciplinas- parece un problema irresoluble. Los primeros acusan a los segundos de no respetar la pureza del medio y de ir tras los pintores u otros creativos. Los segundos hacen lo propio acusando a los documentalistas de ser simples notarios de la realidad o de ir por un camino agotado. Pero la cosa no es tan simple, al menos en la parte que toca a las descalificaciones de lo documental.

Tradicionalmente se viene considerando, desde una óptica que valora la dificultad creativa y el talento puesto a prueba, que el factor "azar" resta importancia a la fotografía pura, al documento tomado directamente de una realidad no preparada -o no manipulada- por el fotógrafo. De alguna forma se entiende que el azar aporta una objetividad real que es ajena a las intenciones, siempre subjetivas, de un artífice. Esta objetividad, unida al proceso mecánico consustancial al medio fotográfico, colocaría a la fotografía por debajo de otras disciplinas como la pintura, por ejemplo. En este sentido, y con la fotografía digital en pleno auge democratizador, cualquier persona puede conseguir una imagen impactante -por intervención de la casualidad- entre varios cientos desechables. Pero no se trata de esto. Para Cartier-Bresson, el instante decisivo era una conjunción simultánea de elementos formales, poéticos y de contenido. Y el buen fotógrafo sería el ojo siempre atento, capaz de descubrir estos instantes ofrecidos por la vida y de disparar satisfactoriamente en su momento justo. Por lo tanto, un creativo en continuo estado de atención y excitación ante la realidad sería capaz de encontrar múltiples "instantes decisivos", escogidos por su subjetividad o forma de contemplar el mundo, lo que determinaría, a la postre, un universo propio, tanto en la elección temática como en la forma de tratarla. Una reiterada consecución de fotogramas excelentes y reveladores, con capacidad para generar este discurso estético y poético personal, sería la clave para descubrir al fotógrafo de altura; un corpus de imágenes eficacísimas no surge, precisamente, por casualidad. Ello cambia radicalmente el enfoque; se valora de esta forma un documentalismo de autor como el trance más difícil -verdadera prueba para el talento- en que puede verse el hecho fotográfico, sin renunciar a la pureza de su proceso específico. Explicamos así la enorme importancia que va adquiriendo el fenómeno AFAL; un grupo de fotógrafos que supieron poetizar la realidad con humildad y autenticidad siendo fieles a sí mismos, alejados de la grandilocuencia o espectacularidad de otros documentalismos posteriores.

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