EN los momentos difíciles es cuando hay que tomar decisiones; y más si la situación se presenta lo suficientemente diáfana como la que se produjo minutos después de la expulsión del central visitante Henrique. En ese instante Marcelino prescindió de uno de sus delanteros, Rosenberg, para formar una línea gemela a la defensiva, por delante de esta última. El técnico asturiano creó dos muros de cuatro hombres ante la pasividad de Oltra que, debido a su sanción, tenía una excelente visión del terreno de juego. M'bami y Juanito, ambos centrocampistas defensivos, se toparon con un muro similar al que desgraciadamente tenemos en la Carretera de Sierra Alhamilla. Mientras, nuestros cuatro atacantes esperaban al otro lado de la tapia (allá por nuestra estación de ferrocarril) cualquier rechazo o equivocación de los contrarios para generar peligro. Podía parecer una contradicción, pero en aquellos instantes sobraba un delantero y se echaba de menos a un enganche en forma de soterramiento. Entretanto, llegaba el gol de estrategia del rival y, gracias a Dios, la enésima parada de un penalti por parte de Alves. Ni siquiera en el descanso rectificó Oltra. Sin embargo, justo cuando Corona creó superioridad en la parcela central, junto al oportuno renacimiento de nuestro Ortiz Bernal, comenzó el vendaval rojiblanco. Había que recuperar el tiempo perdido y casi se consigue, porque si el encuentro dura diez minutos más, quizás se hubiera logrado una valiosísima remontada. Conclusión: nuestro entrenador tiró a la basura gran parte de la primera mitad, y un cuarto de hora de la segunda. En rueda de prensa el técnico valenciano dijo que entendió que los cambios se debían realizar en esos momentos. Entendiste mal, José Luis.