Bajo Palio

El costalero folclórico

  • Son los grandes damnificados de la Semana Santa, criticados por los más puristas

Todas las críticas que reciben son las vendas en los ojos de aquellos que no quieren ver. Puede que no les muevan los mismos sentimientos o emociones que al costalero clásico o ideal (porque lo de clásico es también muy discutible) pero de lo que no cabe duda es de que su trabajo debajo de un paso es tan válido como el de cualquier otra persona que se enfaje y se vista el costal para echarse kilos al cuello.

Su primer inconveniente es que no se les entiende. En la cabeza de los capillitas más puristas no cabe la figura del que carga por gusto. Solo conciben al costalero devoto, al que no le importa cargar durante horas porque la devoción por la imagen que procesiona es la que alimenta sus fuerzas. Y no cabe duda de que esto sería lo ideal. Sería maravilloso que cada uno de los pasos que salen a la calle en nuestra Semana Santa estuvieran cargados por fieles costaleros devotos, que las cuadrillas estuvieran compuestas por hombres y mujeres que veneran a la imagen que pasean… Sí, ese es el sumun cofrade. No me cabe la menor duda. Pero no es la realidad de estos tiempos que vivimos y, precisamente ahora, no podemos criticar, ni mucho menos prescindir, de los denostados sacapasos.

¿Qué tiene de malo serlo? ¿Qué no van a meter cuello por igual porque cargan casi a diario en diferentes pasos?. Es que esa es otra historia. Los que hacen eso no son siquiera sacapasos, son vacilones del costal cuya vida está tan vacía que tratan de llenarla con hombría costalera y reconocimiento. Una hombría costalera que, de lejos, se les nota que no tienen y un reconocimiento que, obviamente, tampoco se merecen ni reciben.

Un sacapasos, un verdadero sacapasos, que los hay, es el que disfruta del espíritu costalero, el que trabaja la técnica y el que se deja el cuello en el trabajo sin importarle cuál sea el paso que carga. Que no digo que Dios se la traiga al pairo, ¡Cuidado!, digo que disfruta más del trabajo y del rato con sus hermanos bajo las trabajaderas que de la emoción sentimental que le produzca Jesucristo o su Santísima Madre en cualquiera de sus diversas advocaciones. Y, ¿Qué queréis que os diga? El sentimiento que les mueve a tocar palo a mí me parece válido. Más aún si, aún careciendo de una devoción particular, meten el cuello con tanta decisión como el más beato de los costaleros.

Los sacapasos han nacido del folclore de la Semana Santa. Son el resultado del interés que despierta la parte cultural de nuestras procesiones más allá de su sentido religioso. Esta es una nueva realidad que debemos asimilar y que, lejos de encaminarse a ser un símil de las inexplicables "comuniones por lo civil", es una nueva rama digna de ser estudiada, entendida y asimilada. Esa parte folclórica de la Semana Santa es, en realidad, un nuevo campo de cultivo en el que sembrar la semilla cofrade. Que no nos amargue la presencia de un costalero folclórico, todo lo contrario. Su presencia es lo primero que hace falta para que, con un poco de trabajo, aprendan y amen también la parte religiosa de las procesiones. Si no estuvieran, no podrían sumarse a la familia cofrade. Es así de simple.

Además son necesarios. Desgraciadamente, porque yo soy de los que sueño con cuadrillas y refrescos devotos, aún no hemos alcanzado el sumun costalero cofrade que comentaba antes y, por tanto, hay que rellenar los palos si queremos que el sacrificio no se convierta en un tormento. ¡Que no es lo mismo un palio cargado por veinte devotos que por treinta y cinco o treinta y seis costaleros!

Nuestra Semana Santa es joven y está creciendo de un modo en el que se desarrollan a la par tanto su parte religiosa como la folclórica. Y dentro de la parte folclórica se encuentra el movimiento costalero en sentido amplio. Es decir, el que aglutina a devotos, sacapasos y vacilones. Hacen falta muchos años, incluso relevos generacionales, hasta que llegue el día en el que las cuadrillas estén compuestas en su totalidad por costaleros devotos y, para que esto ocurra, es imprescindible que la rama religiosa de las procesiones de Semana Santa sea más grande y más fuerte de lo que lo es ahora para que sus ramificaciones sean cada vez más y más y lleguen también más y más lejos. Y, hasta que eso ocurra, los sacapasos seguirán siendo necesarios porque su trabajo aliviará la carga de sus hermanos devotos.

No se debe criticar a alguien si su comportamiento, lejos de ser contraproducente, es solidario aunque se mueva por razones que no compartimos o que no entendemos. En Almería tenemos sacapasos ¿Y qué? Lo que habría que hacer es darles las gracias por su trabajo y reconocer que, si no estuvieran, íbamos a tener un problema pero de los gordos bajo las trabajaderas.

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