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El Archivo de Indias conserva los papeles privados del principal político afrancesado

El historiador Manuel Mpreno Alonso en la puerta del Archivo de Indias.

El historiador Manuel Mpreno Alonso en la puerta del Archivo de Indias. / Raúl Caro / Efe

Fue ministro de tres reyes y "superministro" de José Bonaparte mientras Wellington lo tuvo en su punto de mira, pero su obra política no ha sido valorada hasta que el profesor Manuel Moreno Alonso ha estudiado sus papeles privados, conservados en el Archivo de Indias de Sevilla porque Miguel José de Azanza (1746-1826) también fue virrey de México.

Fue sin duda, según dijo a EFE Moreno Alonso, el político afrancesado español más influyente, mano derecha de José Bonaparte, junto a quien, pese a su ya avanzada edad, entró en Zaragoza a uña de caballo huyendo de los hombres de Wellington que, en esta precipitada huida a Francia con la guerra ya perdida, se hicieron con el equipaje del rey francés, abandonado por el camino para aligerar la marcha.

Que una figura como esta haya pasado desapercibida hasta ahora solo es atribuible "a la miseria de nuestro conocimiento histórico", asegura el historiador, biógrafo de Napoleón y de José Bonaparte, y ha recordado que los papeles de Azanza fueron adquiridos por el Gobierno español en una subasta durante el periodo como ministro de Cultura de Jorge Semprún.

Tras aquella adquisición y comprobarse que muchos de aquellos documentos hacían referencia al virreinado de Azanza en México se decidió guardarlos en el Archivo de Indias, donde Moreno Alonso, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y autor de una docena de libros sobre el periodo napoleónico, ha logrado determinar la trascendencia política, diplomática y económica de Azanza.Las "grandes vicisitudes" del caballero Azanza (1746-1826), publicado por la editorial Silex, especializada en historia contemporánea, es el estudio de casi 700 páginas que reúne las conclusiones de la investigación de Moreno Alonso, quien ha elegido un título que trata de dar una idea de la agitada vida de una de las grandes figuras políticas de su época, citando de paso a su amigo el gran geógrafo y humanista Alexander von Humboldt: "Tan notable por su talento, como por las grandes vicisitudes que ha experimentado en su fortuna".

Azanza hizo "una carrera muy poco habitual en América" y desempeñó cargos importantes en el ejército, en la administración y en la diplomacia y, además de responsable de las embajadas de San Petersburgo y Berlín, fue ministro de la Guerra en tiempos de la Revolución francesa y, después, virrey de México.

También fue ministro de Hacienda en el primer gobierno fernandino, y uno de los personajes más importantes del gobierno napoleónico, ya que con José Bonaparte fue sucesivamente ministro de Hacienda, de Indias, de Negocios Eclesiásticos y de Asuntos Externos, tras haber sido presidente de la Asamblea de Bayona.

En dos ocasiones, en agosto de 1808 y en la primavera de 1810, José Bonaparte lo envió a París para dar cuenta al emperador de los asuntos de España, pero antes lo nombró Duque de Santa Fe y le concedió el toisón de oro, además de elevarlo a "Presidente del Consejo de Ministros" -fue la primera vez que se empleó esa denominación en la historia institucional española-.

Moreno Alonso ha recordado que el historiador afrancesado Andrés Muriel dijo de Azanza durante su exilio en París que "era un muy hábil hombre de Estado, lleno de todo tipo de cualidades" y que "el emperador le estimaba mucho; valoraba mucho su carácter y sus modales".

El historiador ha cifrado el valor de su investigación en haber hallado "claves insospechadas", entre otros aspectos relevantes, sobre cuestiones como "la aceptación de la solución bonapartista por parte de quienes hasta entonces habían servido con fidelidad a la monarquía borbónica; el cambio de casaca de un ministro de Carlos IV y de su hijo Fernando VII que pasó a serlo de José Bonaparte, es un hecho que reviste gran importancia".

También ofrece detalles esta investigación de cómo vivió la insurgencia americana desde su postrero exilio en Francia, donde el navarro Azanza acabó sus días en el Burdeos de Moratín y Goya y "donde siempre fue considerado como el afrancesado y traidor más destacado".

No obstante, el historiador ha concluido que "a diferencia de muchos otros partidarios de la causa bonapartista, Azanza distó mucho de ser un fanático o un aprovechado de la situación" y fue "opuesto por temperamento a cualquier régimen de fuerza o violencia, tan enemigo del absolutismo como de la demagogia; fue más bien un liberal 'a la inglesa', y desde luego tuvo probadas cualidades de verdadero hombre de Estado".

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