Pedrito y el balón de reglamento

No teníamos más remedio que tolerar y sufrir sus desvaríos porque era el dueño del balón

Les voy a contar la historia de Pedrito. En tiempos de mi infancia, vivía en mi calle un niño que se llamaba Pedrito. Pedrito era caprichoso, maleducado y adicto a los cabreos. Pero los demás niños no teníamos más remedio que aguantarlo porque era el único en todo el barrio que tenía un balón de reglamento. Todos los demás teníamos pelotas de goma, de badana o de trapo, pero él tenía un balón como Dios manda que se lo había regalado un tío suyo de Madrid. Pedrito era el que ponía las reglas en aquellas disputas futbolísticas en el que la portería eran dos piedras, no había fueras de juego y no existía árbitro para dirimir una jugada. Así que si Pedrito decía que había sido gol, pues había sido gol. Y si decía que había sido penalti, pues había sido penalti. Todos tragábamos si no queríamos que se fuera cabreado con su balón de reglamento. Pedrito tenía pocos amigos y los que tenía eran de conveniencia. Un día, durante un partido en las eras, uno de los niños, el más zafio y malhablado, se metió con la hermana y la madre de Pedrito, a las le dedicó unas palabras muy groseras, todo hay que decirlo. Entonces Pedrito, muy enfadado, cogió el balón y se fue a su casa. “¿Es que no vas a volver?”, le preguntó a grito pelado uno de los niños. “No sé. Me lo pensaré. Ya veremos”, dijo Pedrito, que se fue pensando que nos había dado una lección. Los demás nos juntamos y comenzamos a hablar sobre la postura de Pedrito. A todos nos pareció una salida de niño malcriado, pero, como digo, no teníamos más remedio que tolerar y sufrir sus desvaríos porque era el dueño del balón de reglamento. Así que, pasados unos días, uno grupo de niños fueron con las orejas gachas a la casa de Pedrito a pedirle, por favor, que saliera a jugar. ¡Pedrito, quédate con nosotros!, le gritaban. “No sé, dejadme que lo piense unos días”, les dijo Pedrito. Al quinto día Pedrito salió todo orgulloso con el balón de reglamento dispuesto a reanudar el partido que se habían suspendido a causa de las palabras del niño grosero. Los demás niños salimos a jugar, pero ya con el ánimo trastocado por la maniobra pueril de Pedrito. “El día que no tenga balón le van a dar por culo al Pedrito éste de los cojones”, oímos que dijo por lo bajini el niño malhablado antes de comenzar a jugar.

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