Almería

51º Festival Flamenco y Danza

  • Apoteosis. Con un memorable concierto del guitarrista Vicente Amigo concluyó el 51º Festival en el que Almería se convirtió durante dos semanas en el epicentro del mejor flamenco andaluz

51º Festival Flamenco y Danza

51º Festival Flamenco y Danza

Nunca me han dolido prendas aplaudir a los artífices de las cosas bien hechas. Si en ediciones anteriores he sido crítico, muy crítico, con el Área de Cultura, de quien depende el Festival, en esta ocasión no puedo por menos que felicitarlos por la excelencia organizativa y artística: desde luces y sonido a azafatas, presentadores (Mª José Carrillo y Joaquín Segura) y entusiastas colaboradores de Indanza, incorporada al 51º Festival Flamenco con la participación estelar al baile de Rocío Garrido, Julio Ruiz y el taller coreográfico de Olga Pericet. Y a su responsable, José Vélez, coordinador asimismo de las actividades paralelas al grueso de recitales. Después de años maltratado de un lugar a otro, la lonja peatonal catedralicia se revela como especio idóneo donde asentarse, incluidas las campanadas "a compás" de la torre de Portocarrero; oportunamente silenciadas durante el concierto de Vicente Amigo, detalle a agradecer al cabildo de la seo urcitana.

Los tragos amargos, cuanto antes mejor. Antonio Canales ha sido el borrón a la bella página de dos fines de semana magníficos. El trianero puso el nombre y su esforzado grupo el trabajo en un espectáculo breve y rayano al fraude público. Superado este, dos "veteranas" deleitaron al respetable. El sábado día 15 Estrella Morente, cantaora y artista (que no es lo mismo, aunque lo parezca), lució majestuosa sobre el escenario arropada por el elenco (guitarras, voces, percusión) familiar de los Carbonell maternos. Actuación variadísima en la que el gen paterno granadino sobrevoló en cada momento merced a su tesitura de voz melimástica. Tras el cariño filial particular, al son de bulerías y tangos brindó homenaje a Lola Flores, a la Copla y a Carlos Gardel.

En Mayte Martín (viernes 21) sobresale el buen gusto y la afinación. Su versatilidad a la hora de seleccionar y encarar los cantes ha definido una carrera en la que contabiliza la segunda Lámpara Minera concedida a una mujer, instante antes que las logradas por las paisanas Rocío Segura y Mª José Pérez. La catalana comenzó rindiendo pleitesía a Chacón por granaínas antes de continuar por peteneras, soleá, fandangos… Todo en una línea académica que, curiosamente, arrancó los olés del respetable en el romance a la Reina Mercedes (por bulerías) que aflamencase Bernarda de Utrera. La acompañó la guitarra sobria y eficaz de Salvador Rodríguez

Rocío Márquez se mostró cautivadora en su debut en el Festival almeriense. Con una voz muy trabajada, fruto de muchas horas de estudio, lo que le permite registros insospechados; especialmente en los medios tonos tan apreciados por el aficionado. Por ponerle un pero, quizás se mostró excesiva al alargar el remate de algunos tercios. La onubense aporta aires nuevos desde el clasicismo y lo popular, se labra su propio caminar en esta dificilísima profesión sin temor a ser etiquetada de heterodoxa. De los aires marcheneros (colombiana, milonga y piropo-recitado a la mujer cordobesa) pasó a la evocación de Enrique Morente, de Pastora Pavón por peteneras y Chacón por caracoles. Amén del obligado peaje a su Huelva natal con una, para concluir, entregada tanda de fandangos alosneros. Llevada en volandas por sus palmeros y la guitarra de Manuel Herrera, admirable es, a mi juicio, el fervor mostrado a José Tejada "Pepe Marchena", tan denostado por "talibanes" que se autoproclaman puristas.

Antonio Reyes defendió el pabellón cantaor masculino con un recital de gran nivel, teniendo a su lado, como fiel escudero, a Diego el Morao, hijo del añorado Moraíto. Chiclana y Jerez. Voz y toque a ritmo medido y mecido de este Giraldillo del Cante, entre otros importantes galardones. Arrancó a pie de escenario machihembrando una solemne toná a la zambra caracolera. Y es que sobre la base precisamente de Manuel Juárez y Camarón dibujó un bonito reencuentro con el Festival. Más maduro y poniendo de manifiesto virtudes (quejío hondo, oído musical, conocimiento de estilos) que lo elevarán sin duda a la cúspide. Siguió por alegrías (de Cádiz y Córdoba), soleá, tangos, bulerías (en las que tuvo el detalle de engarzar El Emigrante, de Juan Valderrama), para finalizar con los consabidos fandangos.

Dicen las que entienden (y en Almería son legión) que Eduardo Guerrero vino a este mundo con el don de engrandecer, aún más, la danza flamenca española. De renovarla desde el respeto al canon de sus mayores, aunque en momentos puntuales se muestre trasgresor. En cualquier caso, a nadie deja indiferente este sevillano acaparador de distinciones y excelentes críticas. Continuamente jaleado como un ídolo por alumnas/os del Conservatorio e Indanza y público en general, ya su puesta en escena es rompedora, por lo original, pero no se queda en la mera estética. En los dos bailes coreografiados (tarantos y alegrías) derrochó fuerza, giros vertiginosos, taconeo explosivo, elegancia y técnica depuradísima. Todo un descubrimiento para quienes, como yo, gozamos del baile pese a desconocer elementales claves. Eduardo Guerrero se ha ganado merecidamente volver al escenario del Festival.

VICENTE AMIGO EMPUÑA EL CETRO

La clausura a un 51º Festival de Flamenco y Danza cuajado de estrellas debía de ser un espectáculo único, superior, si me lo permiten, y así se contemplaba incluso en la taquilla al alza. Y a fé que Vicente Amigo justificó sobradamente el incremento de la localidad, desde el preciso instante en que sentó sus reales ante la pétrea puerta catedralicia que le sirvió de marco. Fallecido Paco de Lucía, el sevillano recriado en Córdoba vino a refrendar quien empuña actualmente el cetro de la guitarra de concierto y (aunque menos prodigado) acompañamiento.

Como atinadamente señalaba la presentadora (gracias, Mª José, por citarme), por increíble que resulte era la primera comparecencia en el ensolerado y prestigioso Festival. Es más, no había regresado a Almería desde abril de 1984 en que siendo un joven de 17 años representó a la peña cordobesa El Rincón del Cante en un encuentro interprovincial con El Taranto. En la noche del sábado 22, encabezando un grupo heterogéneo de batería, bajo, segunda guitarra, palmeros y los cantaores Rafael de Utrera y, especialmente invitado, Pedro el Granaíno, este genio de la "sonanta" deleitó a los asistentes con un concierto maravilloso, de los que pasan a los anales históricos del flamenco local. Moderno y clásico, solo o acompañando, durante dos horas desgranó su inaudita capacidad creativa con una técnica difícilmente igualable. Elegante, comunicativo y de virtuosa ejecución, engarzó con viveza y alto sentido de la afinación una docena de toques, entre los que no faltaron temas de su reciente disco Memoria de los Sentidos o una elegía al diestro Talavante en la voz desgarrada de El Granaíno. Se agotan los adjetivos y se acabó un 51º Festival de puerta grande, con un Vicente Amigo refulgente entre una constelación de estrellas.

Vicente Amigo

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