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Mercado Central de Abastos (III)

  • Plaza Vieja. Desde sus orígenes como zoco de la Morería hasta finales del XIX, en ella se instaló el mercado más importante de la ciudad, favorecido por los soportales de mediada la centuria

Mercado Central de Abastos (III)

Mercado Central de Abastos (III)

A imagen de otras localidades de al-Andalus, el zoco musulmán de la Taifa almeriense se extendía a intramuros, con esporádicos puntos de venta en los principales accesos. Protegido por el lienzo de muralla abalconada a la playa, discurría desde la Puerta del Mar (embocadura de la calle Real) a la mezquita-aljama, hoy iglesia de san Juan en la que se conserva su original mihrab y quibla. Con las Atarazanas como singular edificio civil-militar (derribado impunemente mediado el s.XIX), sobre parte del solar que en el Parque ocupa Cruz Roja. La plaza del Juego de Cañas (Zoco de la Morería, del Carbón, de la Constitución) fue la elegida para instalar el mercado al aire libre más concurrido de la ciudad. El pescado en cambio disponía de un espacio diferenciado y concreto: junto a la dicha Puerta, aledaño a la ermita de san Francisco de Paula, propiedad de la familia Leal de Ibarra. Sabemos de esta actividad merced a la prebenda municipal (Ciudad, Justicia y Regimiento) que gozaba la mayordomía del convento de Las Puras. Así se señala en la reunión de Cabildo del 9 de marzo de 1544, tres décadas después de que las monjas de la Inmaculada Concepción se afincasen en el barrio de La Musalla, en huertas donadas para su fundación por Teresa Enríquez, viuda del comendador y primer alcaide de la Alcazaba, Gutierre de Cárdenas:

Acuerdo de la Ciudad para que se le dé al despensero de las monjas, primero que a otra persona, el pescado necesario para su Convento. Se justificaban en tales términos: Haciendo justicia a los merecimientos de esa venerable Comunidad, que tan en alta estima tuvieron siempre y han tenido y le tienen los hijos de Almería.

Las plazas de san Francisco, Olmos, san Sebastián o Castaños fueron sus alternativas

Dada su proximidad al varado de las barcas, no es casual por tanto que en las inmediaciones se descubriesen balsas de salazones romanas para la elaboración (y exportación a países del Mediterráneo) del preciado garum, salsa fabricada a partir de vísceras de distintos tipos de pescado.

En esta política de localizaciones urbanas, comentaba en un capítulo anterior como centurias después el Ayuntamiento determinó -paralelo a la inauguración del Mercado Central- la puesta en servicio de sendas sucursales de la Plaza Vieja en las de Béjar (Barrio Alto) y Pavía. Antes (plenario de 1-II-1842) abrieron una Alhóndiga fija de harinas, legumbres y frutas en la de Alabarderos (o san Francisco, hoy de san Pedro), junto a una escuela pública; y una más de "verde" y hortalizas en la de san Sebastián, lugar de posadas, herradores y tartanas. Mientras tanto, las cercanas de Los Olmos y Castaños se ocupaban con tenderetes durante los días de Feria.

El mercado permanente se mantuvo al raso mañanero hasta la primera mitad del siglo XIX en el que, atendiendo al proyecto del arquitecto Juan Bautista Domínguez, se edificaron los soportales que circundan y dan carácter. Ello llevó al Ayuntamiento a subastar (diciembre, 1874) 90 tiendas o casetas de madera a instancia de los propios vendedores. Esta mejora para la "venta de los artículos de consumo" ponía al de Almerìa "a la altura que le corresponde a este importante ramo de su administración" en cuanto a higiene, seguridad, distancia entre ellas y ordenación del espacio; además de "que puedan utilizarse no solo en la venta de artículos de subsistencia sino también en los demás usos a que puedan destinarse". Distintas consideraciones sobre su normal desarrollo y decoro se contemplan en las primeras "Ordenanzas Municipales para el régimen y gobierno de la ciudad de Almería y su término", elaboradas en agosto de 1864 por los abogados-concejales Antonio Pérez Díaz y Alfonso Manuel Cano.

Entre los productos perecederos se incluía la carne de vaca y cerdo que proporcionaba la Casa de Matanza y Carnicería instalada a espaldas de la Casa Consistorial. En septiembre de 1842 el tablajero gitano Tomás Monge solicitó al Municipio lo que suponía una auténtica novedad: abrir su barraca durante todo el día para que "tanto los enfermos como los transeúntes no carezcan de tan necesario artículo como es la carne".

MONASTERIO DE LA PURÍSIMA

Además de su condición de vecinas más antiguas de Almería, las concepcionistas franciscanas eran las mayores rentistas de la provincia al sumar fincas en pueblos del río Andaráx y huertas y viviendas en la capital. Una inmensa fortuna producto del legado de Gutiérre de Cárdenas y de las dotes aportadas al convento de clausura por las propias profesas. A partir de la expulsión de los moriscos a finales del siglo XVI -incluidos los aparceros de sus tierras- comenzaron un acusado declive económico que llega hasta nuestros días. La anexión de estas a la Corona de Castilla les llevó a pleitear largamente para su restitución ante la Real Chancillería de Granada. Continuó con el expolio a que fueron sometidas por los obispos Portocarrero, Anacleto Meoro y Andrés Rosales, desamortizaciones laicas de Mendizábal y Madoz y la más reciente actuación urbanística sobre el edificio contiguo que fue Colegio Diocesano. Pero ciñéndonos al tema que nos ocupa, sus moradoras debieron sufrir aún la zozobra de una iniciativa que de prosperar habría acabado con su estancia en la capital y demolido el Monasterio de la Purísima (declarado monumento BIC). Aunque debo precisar que el primer documento no las alude explícitamente, en contra de lo manifestado por los cronistas Tapia Garrido y Francisco Jover. Este, en un artículo en el diario La Independencia (agosto, 1914) afirma que no fueron trasladadas a la provincia gracias a la intervención del entonces alcalde, Manuel Orozco, cuando lo cierto es que estaba detrás de una lucrativa operación financiera a medio plazo. En cualquier caso, en la sesión de Cabildo ordinario de 21 de julio de 1849, presidida por el alcalde Joaquín Mª Gómez Oña, se trata de su no tan inminente futuro:

Se dio cuenta de un oficio del Sr. Jefe Político de esta provincia, con fecha siete del corriente, excitando el celo de este Cuerpo Municipal para que se ocupe de formar un proyecto en los términos que crea más realizables para una plaza de Abastos proporcionada al vecindario; cuya útil empresa ha de contribuir a formar una ventajosa idea del estado de cultura de esta población.

Trascurridas dos décadas, en plena efervescencia de La Gloriosa y con los Orozco en el poder político, el libro de actas de Diputación Provincial recoge en octubre de 1868 la resolución que, afortunadamente y en bien del patrimonio cultural almeriense, quedó en aguas de borrajas:

La Diputación acordó que la Comisión de Administración examine el decreto del Gobierno Provisional sobre exclaustración y demás disposiciones que rigen en la materia; y en su vista propongan lo que se crea conveniente para llevar a debido efecto el acuerdo de la Junta Revolucionaria del 1º del actual, relativo a la traslación de las religiosas del convento de la Purísima de esta Ciudad a otro de la provincia, y obtener aquel edificio con destino a plaza de Abastos.

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