OBITUARIO

Nazario Yuste: ha muerto un sabio

Nazario Yuste, en el centro, representando a España en el Congreso “Euprio” de Lecce, en el año 2000

Nazario Yuste, en el centro, representando a España en el Congreso “Euprio” de Lecce, en el año 2000 / D.A.

Nazario Yuste ha fallecido. Ha muerto un sabio. Y un auténtico cristiano. Y un defensor a ultranza de Almería, aunque naciera en 1939 en la lejana Extremadura.

Cuando en 1999 el Rector de la Universidad de Almería, Alfredo Martínez Almécija, me encomendó organizar profesionalmente aquel gabinete de comunicación, que era más una comisaría política que otra cosa, puso a mi lado a Nazario Yuste. Le concedió las credenciales de vicerrector con el objetivo –cumplido a la perfección- de dar a conocer en la provincia aquella UAL casi recién nacida y dotar a los periodistas locales de recursos para que informaran acertadamente de un mundo académico que crecía sin parar al sur de La Cañada.

Tengo que confesar que cuando entré por primera vez en su despacho, escoltado por mi amigo Eduardo Simón Onieva, el “regomello” laboral que me recomía, muy pronto se tornó en absoluta felicidad. Ejercer el periodismo, la profesión más bonita del mundo, junto a un sabio era un lujo: catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación, además de licenciado en Filosofía y Letras, Derecho y Periodismo, amén de sus estudios en Teología.

Trabajar aquellos años con Nazario fue facilísimo, enriquecedor y provechoso. Muy fructífero profesional y humanamente. Su doctrina laboral y personal era dejar hacer, defender a los suyos y aplicar la paciencia, la esperanza y el perdón cuando la vida te obligaba a subir cuestas injustas. Y es que era profundo conocedor del ser humano.

Hasta ese momento, yo nunca había tenido un jefe tan erudito, con esa templanza y sabiduría con la que sentenciaba cada reflexión y cada conversación, aderezándola además de un ingenio fantástico, una ironía y un buen humor perennes y envidiables.

Solo hay que leer los títulos de sus artículos, ponencias, libros, narraciones y relatos para comprobar que dominaba a la perfección las relaciones humanas y, más aún, todo lo vinculado con la mente y la vejez. Sus alumnos de varias promociones del programa “Mayores en la Universidad” fueron unos auténticos afortunados de tenerlo como docente. Él me decía que disfrutaba mucho con esas clases a abuelos y abuelas porque notaba la alegría y la socarronería de quienes hicieron equilibrios con su vida sobre un resbaladizo cable de acero extendido sobre el caos. Las metáforas para explicarnos conceptos abstractos eran una constante. Una vez llegó un alumno muy malhumorado porque, quizás, esperaba mejores notas. Cuando se marchó, en lugar de enjuiciarlo malamente, como habrían hecho otros, Nazario lo justificó: “el humor está en un proceso de madurez que va con la edad; el niño y el joven no tienen aún sentido del humor porque el humor es un regalo del equilibrio”...

Recuerdo una vez que, bien entrada la noche, terminamos tardísimo de gestionar varios asuntos periodísticos y Nazario se quedó con el arte final de un grueso volumen de 538 páginas sobre “Educación vial en el ámbito juvenil”. Los parabienes institucionales que recibió después de la DGT y de otros organismos públicos, Nazario los repartió entre sus colaboradores, como los discípulos recibieron el pan y los peces. Y, claro, aquello no hizo más que aumentar la fe en él de sus admirados universitarios.

Solo Nazario, con su causticidad y agudeza innata, podría ser el autor de ponencias en libros, congresos y jornadas con títulos tan maravillosos: “La gracia del humor”, “Los objetos personales favoritos en la vejez y senectud”, “Intuición aristotélica de la Trinidad de Dios”, “Doce trozos de vida y un réquiem” o, ¡pánmense!, “El humor de Dios”. Conociendo su irónica habilidad lingüística, y sin leer el libro, podríamos dudar si se referiría al Ser Supremo o a su esposa, una mujer encantadora que falleció hace unos años, y que se apellidaba Dios. No; hablaba del Todopoderoso.

Su versatilidad para escribir muy bien, y de cualquier tema, se evidencia desde finales de los años sesenta, cuando agitó la aburrida vida cultural. Aterrizó en Almería para gestionar una empresa familiar -la de los sabrosos bollicos “Yuma”- y se convirtió en un almeriense de primera. Escasísimos ciudadanos del último medio siglo han aportado a la vida cultural y universitaria de la provincia lo que Nazario ofreció de forma tan gentil. Pocos recordarán que en octubre de 1969 fundó el llamado “Instituto de Nuevas Profesiones de Almería (INCA)” para ampliar la oferta educativa destinada a los adolescentes de la época, cuyas familias no podían pagar una carrera y para evitar que, otros muchos, emigraran a facultades de diferentes provincias. Más tarde, fue nombrado director de la Escuela de Turismo, de la que se titularon excelentes profesionales.

El mundo del periodismo le debe mucho. Muchísimo. Sin contar con una Facultad de Periodismo, Nazario tuvo la valentía de organizar unos provechosos cursos de doctorado, buscando financiación privada –como la del empresario José Antonio Picón -y trayendo en exclusividad profesores y catedráticos de la Universidad Complutense. Y ahí, grandes profesionales completaron su formación. Y dirigió, junto con la periodista María Dolores Garcés Muro, de la Asociación de la Prensa de Almería, diferentes cursos de formación continua y de verano. Mítico fue aquel “Periodistas del Mediterráneo, la comunicación en el sector turístico” en Almerimar. Además, tuve el privilegio de que prologara mi libro sobre los 70 años de historia de la AP-APAL, donde sentenció adelantándose en 2001 a los tiempos actuales: “El periodismo verdadero y serio no se debe a lo transitorio, sino más bien a lo perdurable”.

De su extensísima aportación altruista al mundo cofrade, ahí están las hermandades, y sobre todo la de los Estudiantes, para ratificarlo. Pregonó en 2004 la Semana Santa de Almería ofreciendo, junto al de Raquel Criado de este año y al de Cristóbal Cervantes en 1996, el mejor texto de la historia semanasantera. Era muy, muy difícil hablar de la muerte cuando once días antes asesinaron impunemente a 192 personas e hirieron a otras 2.000 en los atentados del 11-M. España entera estaba conmocionada. Y él lo supo decir: “Sólo se soporta esta Pasión y este dolor porque al final está la Resurrección; el propio Cristo se disfraza como hombre, incluso a diario, en muchas facetas de la vida cotidiana”.

Nazario Yuste Rossell ha fallecido. Pero nos deja su amplísimo legado cultural, científico y humano. Lo propio de un sabio. Ahora, estará disfrutando del “humor de Dios”. Descanse en paz.

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