Crónicas desde la Ciudad

Pingurucho, demolición estúpida

  • Servilismo. La ignorancia que genera odio y el temor de un alcalde a la reacción del dictador, en su primera visita a Almería, originó la destrucción del monumento a los Mártires de la Libertad

Salvo voceros y columnistas mantenidos por el erario municipal -manipuladores, según convenga, del patrimonio histórico heredado-, la mayoría de quienes se han pronunciado en papel escrito, medios audiovisuales y redes sociales lo han hecho con rotundidad: el recuerdo a los Mártires de la Libertad debe continuar en la Plaza Vieja, emplazamiento centenario de una tradicional y democrática seña identitaria almeriense, a pesar del rechazo que en algunos suscita. Erigido en memoria de quienes intentaron subvertir la tiranía de Fernando VII por la Constitución gaditana de 1812. Veredicto ciudadano inequívoco que a un equipo de gobierno medianamente sensible y sensato debería llevarle a la reflexión; independiente de que no haya sido refrendado en las urnas o en encuestas de Internet más o menos maquilladas. En este sentido, ¿por qué el Partido Popular no incluyó su desplazamiento en el programa electoral que le aupó al Consistorio? Los contribuyentes seguimos preguntándonos el por qué, para qué, a quiénes beneficia y cuántos miles de euros nos costaría su traslado.

Antecedentes liberales

Mártires santos de la libertad fueron

los que ahora duermen en la tumba fría;

antes morir cuan libres prefirieron

que entre horrores vivir y tiranía.

En mármol sus nombres se esculpieron

como gloria inmortal que el siglo envía

a otros siglos y siglos más lejanos

para oprobio y baldón de los tiranos

(De Mariano Álvarez Robles, presumiblemente)

Veintidós de los 49 desembarcados (cuatro extranjeros) del bergantín “Federico” en la desembocadura del Andaráx fueron fusilados el 24-VIII-1824 en las cercanías del Reducto. De rodillas y por la espaldas, según dibujaba una cartela de la carroza fúnebre que los condujo a las inmediaciones del cementerio de Belén. Antes, unas manos caritativas -entre ellos el franciscano Miguel de Perceval- retiraron los cadáveres del secarral sobrevolado por cuervos desde las almenas de la Alcazaba y los sepultaron en una zanja abierta en el pequeño cementerio de la ermita de san Juan, adscrita a la parroquia del Sagrario. Según certificó el cura párroco, a estos 22 se sumaron dos más, ejecutados a comienzos de septiembre. En el listado solo figura un almeriense, de Albóx (perteneciente entonces a Granada): José Gandía, barbero emigrado a Gibraltar. El Municipio invirtió 3.272 reales de vellón en el sepelio de las tres urnas con sus restos hasta el cenotafio (mausoleo) inaugurado el 24-VIII-1837, aledaño al primitivo camposanto y proyectado por Juan Prats, siendo Jefe Político Joaquín de Vílches (BOP, 26-VIII-1837).

Un alcalde asustado

Anunciada ya la primera visita del general Franco para el 9 de mayo de 1943, vean la esperpéntica peripecia: una noche invernal, Luis el Largo, junto a otro funcionario municipal igualmente borrachín y fanfarrón, armados de pico y marro pretendieron ¡ellos solitos! derribar el pétreo conjunto arquitectónico que hasta ese momento había sido respetado; indemne incluso a las bombas fascistas durante la guerra civil. Pero el clima exacerbado en su contra comenzó a aflorar. Con fecha 6-III-1943 el responsable político del Distrito Quinto, Delgado Pérez, dirigió al alcalde un oficio conminativo bajo el membrete de ¡Saludo a Franco. Arriba España! Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.:

“El deber falangista me impone comunicar a V.S. el siguiente caso:

Se trata del monumento que en honor de los mártires de la libertad tiene erigido en una de las principales plazas de esta ciudad, cual es la Plaza Vieja.

Como quiera que no debemos ver en ese cenotafio la estética del mismo, sino que es un recuerdo de varias personas que lucharon con las armas en la mano en contra de nuestras sagradas tradiciones, obedeciendo a consignas masónicas extranjeras. Por lo tanto, en nombre de los camaradas que componen este Distrito, ruego a V.S. se sirva dar las órdenes precisas para que desaparezca dicho monumento que desdice de una ciudad que está bajo el signo del Yugo y las Flechas.

Por Dios, por España y su Revolución Nacional Sindicalista”.

Vicente Navarro Gil, puesto que del presidente de la Comisión Gestora se trataba, se acojonó (valga el taco) con el escrito de un falangista de segundo grado. Aunque a su hermano lo habían asesinado en la guerra (lo que suponía un salvoconducto del Régimen), temía que saliera a relucir su antigua militancia en Izquierda Republicana. El miedo a una recriminación del dictador al contemplar el símbolo de libertad representado por los Coloraos hizo el resto. No se trata de una leyenda urbana lo que sigue, y aunque no estoy autorizado a dar nombres, Emilio García Campra y José L. Ruz la citan en su libro “Los Coloraos. Un legado liberal de todos los almerienses”. Al asomarse Franco al balcón, le espetó:

Alcalde, ¿no había en esta plaza un monumento? Excelencia, dijo el alcalde, ha sido retirado. Pues han hecho mal

El edil desconocía que en su visita a Andalucía ya presenció en Málaga la estatua de Torrijos y en Granada la de Mariana Pineda. El destino del Pingurucho estaba por tanto previamente concertado. El Consistorio contrató a la constructora DUARIN para que lo quitara en el tiempo récord de 9 días (pese a estar proyectado en mes y medio); trabajando a destajo las 24 horas “para que estuviese terminado el día de la visita a Almería de nuestro invicto Caudillo”. Supervisado por el arquitecto Guillermo Langle, el desmonte y traslado a la Plaza Pavía, le supuso al Ayuntamiento un coste de 13.287 pesetas. Ahí estuvieron los bloques de mármol numerados hasta desaparecer definitivamente meses después. Opino con Perceval que acabaron en la escollera del Puerto. Desaparecida asimismo la verja que lo rodeaba, mejor suerte corrieron las lápidas que lo adornaban, aunque maltrechas y quebradas. Depositadas en un almacén municipal de La Pipa, fueron expuestas cuando la inauguración del actual Pingurucho en 1988. Ignoro si permanecen en dependencias del antiguo Matadero.

Al año siguiente (24-VII) el editorial de Yugo, diario de Falange es lo suficientemente explícito en cuanto a la atmósfera de odio y virulencia que en el ámbito oficial inspiraba el recuerdo de los Mártires de La Libertad. El tenor del texto se califica por sí mismo:

 Hasta días antes de la venida a Almería del Generalísimo, la plaza del Ayuntamiento ha ostentado un obelisco tosco, tallado groseramente y sin los menores atisbos de arte (…) Este que se levantaba como un dedo amenazador ante la almibarada arquitectura del Ayuntamiento, era una prueba de la decadencia del siglo que pretendía revestirse de sencillez. Ni la conmemoración de un hecho vulgar, uno de tantos que brotaron en la época fernandina a favor de la tan cacareada libertad, ni el material empleado en el monumento, justificaban la pervivencia de éste. La venida del Generalísimo fue una llamada sonora al buen gusto, y rápidamente procedióse a desmontarlo (…) La libertad de los liberales, que tantas semejanzas tenían con el libertinaje, había inspirado a la imaginación del hombre este pobre monumento…

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