Almería

Entre dos mares de Oeste a Este

  • Luis Martín Garrido, empresario jubilado, pintor, escritor, cocinero y golfista, comparte su tiempo entre Vigo y Mojácar Nacido en Madrid es del Atleti desde que tiene uso de razón

Vio en Madrid la primera luz de este mundo. Se instaló en la placenta del Atlético de Madrid no por nada especial, tal vez como recuerdo de los sufrimientos del parto o como él mismo dice "para llevar la contraria a parte de mi familia, 'merengue' de toda la vida". De niño, pobrecito mío, firmó un pacto con los albirrojos tanto para la riqueza como la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y ahí sigue, en la inmutable devoción colchonera. Luis Martín Garrido abandonó la capital del Reino de muy joven en busca de petróleo, le acompañaban en el viaje su mujer, Nenina, y una hija, Berta. Plantó sus reales en Galicia, en Vigo por más señas, eran finales de los años setenta. Tras un breve periodo como empleado, crea tres empresas que dan empleo a centenares de trabajadores.

Paradojas de la vida, o las meigas vaya usted a saber, además de otras dos hijas, Beatriz y Belén, Vigo le hace ser el último tesorero del Celta antes de bautizarse en Sociedad Deportiva y miembro del Consejo de Administración una vez hecha la trasformación. Conoce los entresijos del fútbol como pocos, no le espanta nada de cuanto sucede en este mundo del balompié porque ha vivido todas las situaciones posibles y ha despedido de su despacho a los chupópteros, García dixit, con propuestas de tono mayor, o sea de 'kilos'. Luis Martín es de los raros especímenes que no se han enriquecido con el fútbol, al contrario, le significó el aligeramiento de su bolsillo.

Lleva de raíz el don, el talento para la pintura "inculcado desde pequeño por mi padre". "Antes de pintar hay que saber dibujar", razona Luis para, de seguido, comentar que pinta con lápiz, carboncillo, acuarela, óleo, bolígrafo y rotulador, instrumentos estos dos últimos con los que ahora deja acompasar su arte con su vida y su corazón. Todos los días sin faltar ni uno expresa el lenguaje de su alma con la creatividad de sus pinturas. Le da igual si es sobre lienzo, papel o camisetas, "lo artístico no lo hacen las herramientas ni el soporte ni la técnica, es lo que sientes en cada momento". A Luis Martín Garrido le llegó hace dos años el momento de la jubilación y con ella temporadas más largas en Mojácar, más tiempo para el dibujo y el golf, y "para hacer dos cosas que me relajan: fregar cacharros a mano y limpiar zapatos, limpio los de toda la familia". Después de 45 años de trabajo, Luis Martín, también gran aficionado a la cocina, "pensaba en una jubilación tranquila, que tenía todo hecho. Sin embargo, la situación económica actual me ha convertido en el abuelo que ha de tender una mano a parte de la familia que no lo está pasando bien. Y soy muy afortunado porque todavía y de momento puedo ayudarles". Para Luis Martín Garrido la clase media está en peligro de extinción, los ricos seguirán explotando a los demás, los trabajos serán peores y peor pagados con despido libre.

Desde su mirador, recostado en la mochila de la experiencia, de lo vivido y de lo pasado, ve pasar la procesión del desencanto, de la decepción, del temor a perder lo poco o nada que se tiene que no es lo mismo que lo que se posee. Él, que no es gallego, conoce el galleguismo estereotipado fuera de Galicia, ese que recuerda a algún Presidente de Gobierno que deja que pase el tiempo, que las cosas se descompongan, que todo se olvide. Luis Martín que no es gallego, tal vez algo madrileño, y sí del Manzanares, es un enamorado de Mojácar, de su luz. Aquí encuentra el tiempo de escribir cuentos que no ha publicado, un blog con seguidores de variopintos lugares del mundo en el que pone a parir a quien cree merecerlo ahora que no tiene la presión del trabajo y no le pueden quitar el patrimonio que le queda: su familia y sus amigos. Luis Martín Garrido, un gran tipo y un hombre cabal.

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