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Este año el Señor resucita en verano

  • Como no hay milagro que arregle la mala planificación, la plantilla pide una reestructuración en la que es conveniente comenzar a pensar

Era la oportunidad perfecta para acordarse de Santa Bárbara: última oportunidad para no salirse de la pelea por la salvación, visita de un rival directo a un Mediterráneo al que todos se aferraban por una irreal fortaleza que supuestamente se estaba mostrando, Domingo de Resurrección... Pero milagros por la Iglesia hay muy pocos reconocidos. Que la Virgen del Mar eche de vez en cuando un capotazo es muy diferente a la resurrección de la carne.

La prueba del algodón evidenció ayer una vez más que con una plantilla tan corta y descompensada, la categoría le queda grande al Almería. Los jugadores dan todo lo que tienen, no es problema de actitud, pero es que los abandonaron demasiado pronto camino del Monte Gólgota y la secretaría técnica no hizo nada en condiciones en el mercado invernal para cambiarlos por Barrabás y evitar su crucifixión. La resurreción, ya que no ha llegado el Domingo de Pascua, habrá que esperarla en verano cuando toque hacer una profunda reestructuración del equipo.

Lo barato a la larga... El Almería le ha aguantado el pulso unas treinta jornadas a plantillas bastantes más caras, lo que demuestra que por los jugadores no es, más allá de momentáneos problemas que en cualquier vestuario surgen en los momentos de máxima tensión. Ayer, por ejemplo, se lo jugó todo a una carta ante un rival directo que tenía al futuro eje del Barcelona [Rafinha] o a un goleador que consiguió a precio de saldo [Charles]. Todo lo contrario a las operaciones de esta temporada del Almería, que ha confundido austeridad con falta de inversión.

Arbitraje estratificado. Muñiz Fernández no tuvo ningún reparo en tratar al Almería como al equipo flojo, al pobre desahuciado. Su silbato influyó en el marcador, ya que el segundo tanto llegó en fuera de juego y después de una clara falta de Charles sobre Trujillo que no pitó y dio opción a un córner, pero no fue el único culpable de la derrota. Como la afición ya se ha concienciado de que el destino está escrito, se lo tomó con guasa y lejos de cabrearse, prefirió mofarse del juez de línea y aplaudirle cuando señalaba falta o fuera de juego.

¿Y ahora? Por lo pronto, puntuar en Barcelona serviría para no seguir haciendo méritos para completar una vuelta completa de derrotas fuera de casa.

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