LA PISCINA | CRÍTICA

Debut interesante dañado por el guión

La actriz Amélie Hoeferle es una de las protagonistas del filme.

La actriz Amélie Hoeferle es una de las protagonistas del filme. / D. S.

¿Cuál fue el primer relato de una casa que no se debe habitar? ¿Los dieciochescos castillos de Otranto y de Udolfo de Walpole y Radcliffe de las fundadoras novelas góticas? ¿La casa en ruinas de la que solo se ha mantenido en pie una puerta a través de la que se oyen lamentos de La puerta abierta de Oliphant? ¿La casa Usher de Poe? ¿La casa deshabitada de Ridell? ¿La casa de campo y su jardín de Otra vuelta de tuerca de James? ¿La casa en el confín de la tierra de Hodgson? ¿La casa de los siete tejados de Hawtorne? ¿La habitación número 14 del veneciano hotel encantado de Collins? ¿La bella que saluda al escritor en crisis que se ha refugiado en la destartalada mansión del relato de Onion? Este último motivo inspiró en libre lectura la muy apreciable Al final de la escalera (1980) aunque en el cine, heredero de la literatura, con El resplandor al frente, las películas de casas encantadas se remontan a los primeros tiempos de Méliès o Chomón, eso sí, con más ánimo de divertir y asombrar que de asustar. Ya que hablamos de estas cosas, a los aficionados que tengan Filmin les recomiendo la elegante El caserón de las sombras (1932) del gran James Whale.

La película que hoy nos ocupa es heredera de todos los relatos y películas que se acumulan en los dos siglos y medio que van de los precedentes góticos a hoy. Si quieren, con una mayor conexión con Poltergeist, no a causa del televisor del principio, sino de la piscina del final. Es frecuente que los ocupantes de las casas embrujadas busquen en ellas remedio para recuperarse de algún mal. En este caso se trata de un jugador de béisbol obligado a retirarse a causa de una enfermedad degenerativa. En la casa, sobre todo gracias a su magnífica piscina de aguas termales, espera recuperarse en compañía de su mujer y sus dos hijos. El resto ya lo pueden suponer. Algo les esperaba allí. Algo les acecha. Algo les atacará.  

En su primera parte desasosiega lo justo porque aprovecha otro motivo muy explotado -la invisible amenaza bajo las aguas: con planos deudores de Tiburón, quien a su vez los debía a La mujer y el monstruo- al que añade la prevención que a muchos suscitan los desagües y sumideros de las piscinas. Sobre todo, porque se plantea un misterio de difícil explicación. El desafío de estos relatos es dar con la explicación que cierre bien el planteamiento inicial del misterio (salvo que, como hacen los mejores, lo deje abierto). Y en esto, como por desgracia es habitual, la película no acierta. Por eso va perdiendo interés conforme avanza hasta desembocar en un final poco afortunado. Hay que reconocerle, además del interés de su primera parte, un buen acabado artesanal, unas contenidas y correctas interpretaciones y un cuidado en la elección de los planos que confía más (aunque no siempre) en las posiciones de la cámara que en los efectismos para desasosegar o asustar. Basándose en su cortometraje de 2014 Night Swim Bryce McGuire debuta en el largometraje demostrando competencia en la dirección, pero debilidad en el guión.  

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