Recorre Paco de la Torre la historia de la Almería moderna a través de su arquitectura. En otra ocasión, se internó en las noches alegres de la capital de los sesenta.

Ahora vuelve a la luminosidad de los edificios, recordando la personalidad del arquitecto municipal Guillermo Langle Rubio (1895-1981) reflejada en el diseño de sus proyectos. Este arquitecto dio a la ciudad almeriense el aspecto que define su fisonomía contemporánea, sacándola de una larga siesta secular, sólo sacudida por la modernidad de las grandes casa señoriales de los ricos hacendados del diecinueve, consiguiendo con su obra dar un impulso visual dinámico, mediterráneo, cosmopolita, en el reducido solar de la Almería provinciana de su época, infiriéndole una imagen de ciudad abierta, en constante diálogo con la luz, contraste rotundo entre la claridad y la umbría protectora, en consonancia con el ambiente tranquilo, sereno y silencioso, de los días iguales en los que no pasaba nada, y sin embargo, se iba empapando con la magia cinematográfica. Tras él quedó su obra, insertada en el alma profunda de la ciudad.

Paco de la Torre imprime un giro en el diseño de su producción en esta propuesta última, cambiando la curva sinuosa, aleatoria y libre, flotante en un cromatismo intenso, pastoso, de pasión arraigada profunda, en su recorrido por los tenebrosos laberintos de tentaciones reprimidas, hacia un escenario equilibrado, sujeto al orden geométrico de la razón, líneas y curvas definidas, sobre campos de color, sometidos a una luminosidad susurrante, acogedora, casi ajada, induciendo sensación de recuerdos pasados, tradición latente cuando se pasea por la ciudad.

Pero el pintor va más allá de la creación del genio del arquitecto, pues extrae de ella la idea de soledad, intimidad, libertad de los espacios interiores de los edificios. Convierte la expresión impresa de un estudio de arquitectura en evocación lírica, tranquila idea que transcurre, originando en la mirada del observador curiosidad y misterio, sugerencias múltiples que desarrollan historias propias, intimidades y dramas, felicidades y momentos gozosos, siempre bajo un espacio diáfano, amplio, organizado racionalmente, donde el habitáculo se convierte en carcasa protectora, símbolo del pensamiento vital que impera en la época de sus habitantes, funcionalidad, claridad, escenarios despejados, de acuerdo al sentido en boga sobre la existencia.

Es una poesía plástica racional la reflejada por Paco de la Torre en su obra. Magnífica propuesta ofrecida por este pintor.

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