Hoy es el día de "¿Has cambiado la hora?". Y la gente tiene luz verde para preguntártelo incluso a las ocho de la tarde. Bueno, siempre hay algún despistado aún por ahí que es ajeno a que esta madrugada pasada a las dos había que adelantar la aguja una hora. Una proeza intelectual para la cual los medios de comunicación nos llevan preparando toda la semana. Que si tienes un reloj que no es digital, no hay problema. Abres los ojos y sabes que tendrás que darle a la tuerquecita. Otro tema es cuando miras el móvil. ¿Qué hora será? ¿La nueva? ¿La antigua? ¿Se habrá cambiado solo? ¿Cómo sabe el teléfono que justamente hoy se tenía que cambiar si cada año varía el día? ¿Magia? Seguramente un sabio decidió que el cambio de hora se hiciera los domingos, para evitar desastres mayores. Porque para algunos, sesenta minutos más o menos es como si tuvieran el jet lag de después de volver de una expedición de tres años por las antípodas.