La sufrida victoria ante el Mirandés permite que el Almería meta pie y medio en la permanencia, que muy probablemente deberá sellar en la última jornada frente al Reus, a expensas de los resultados que se vayan produciendo. La muestra del hastío que vive la afición con el equipo quedó patente ayer en las gradas del Mediterráneo, pobladas por apenas 7.500 espectadores pese a los intentos del club por darle colorido mediante iniciativas solidarias.

Son ya más de tres años de sinsabores y viene haciendo falta ya de una vez por todas un proyecto que ilusione de verdad y recupere el orgullo perdido en el triste deambular de estos cursos de puro mediocridad e intrascendencia. Muy mal tendrían que hacerse las cosas para no salvar la categoría en las dos jornadas restantes, por lo que Alfonso García bien haría en poner un ojo ya en la planificación de la próxima campaña, aclarando las ideas para no cometer más tropiezos.

La continuidad de Raúl Lozano, que desde su llegada ha venido a aportar el necesario sentido común otrora perdido, se antoja como fundamental para estructurar ese Almería del futuro. A expensas de lo que ocurra en los dos últimos partidos también se desvela interesante la posible renovación de Luis Miguel Ramis. Cada uno en su parcela forman un buen tándem y estoy convencido de que han hecho la radiografía necesaria para soltar lastre en el plantel y fichar lo que verdaderamente se demanda desde hace tiempo: futbolistas con hambre, empuje y el potencial necesario para aspirar a algo más que deambular sin pena ni gloria por la división de plata. El Levante podría servir como ejemplo, ya que sin estridencias fue capaz de construir un plantel solvente y comprometido. Sería terrible tropezarse por enésima vez en la misma piedra. En manos del presidente está salir de la intrascendencia para recuperar el orgullo perdido.