Si tuviéramos que definir nuestro mes de agosto como almerienses no caben más palabras que pesadilla, bofetada y azote del coronavirus en la provincia, donde hemos pasado de ser los segundos de Andalucía con menor incidencia de la pandemia e incluso objeto de la ocurrencia de Moreno Bonilla de iniciar aquí la desescalada como experiencia piloto, a ser los segundos con mayor número de brotes y contagios sólo por detrás de Málaga.
Pese a estos datos, contemplamos atónitos que el Gobierno andaluz está inerte a la hora de tomar acciones. Tenemos la sensación de que nos ha dejado tirados, una expresión muy común pero que refleja fielmente lo que sentimos ante tanta indolencia, ocultismo y desinformación. No hay día que no tengamos un sobresalto con nuevos récords de positivos, de fallecidos y de brotes, que evidencian que Almería realmente está viviendo ahora toda la crudeza del covid-19, abandonada a su suerte por quienes ya deberían haber tomado medidas. De hecho, la situación actual se podría haber corregido si simplemente se hubiera hecho lo que se anunció y que resultó ser totalmente falso, a la vista de la falta de rastreadores, los centros de salud cerrados, la atención primaria hundida por falta de personal y la falta de contrataciones para los hospitales.
Viviendo esta situación, resulta indecente escuchar el mantra del Gobierno andaluz sobre su "anticipación", palabra que han querido inculcarnos y que al final, como en el dicho, es realmente de lo que carece este gobierno o lo que usa sólo cuando le interesa, como lo demuestran las contrataciones exprés de todo menos de profesores y sanitarios. Quienes alardean de anticipación piden ahora militares ofrecidos por el Gobierno para ser rastreadores ante la falta de contrataciones suficientes para esa labor.
Pese a los datos catastróficos, la única medida sanitaria que se ha tomado en Almería es el cierre del Hospital de la Cruz Roja, una instalación que podría servir para la descongestión y las tareas de rastreo y de apoyo al hospital de Torrecárdenas.
A pocos días del inicio de un curso también caótico en su planificación y lleno de improvisaciones, la pregunta es qué más nos puede pasar, a qué más está esperando el Gobierno andaluz para actuar, si es que es capaz de hacerlo. Y quizás aquí está la respuesta.
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