República de las Letras

Agricultura

La realidad se impone. Nuestras verduras y frutas, tan sanas, son caras. Los europeos se han dado cuenta ya

Hace años, un compañero me contó una anécdota que tiene que ver con la agricultura bajo plástico almeriense, esa que abastece Europa –somos la huerta de Europa, dicen– y que ahora está teniendo problemas por culpa de los agricultores franceses. En un colegio, un chaval no atendía como es debido al profesor en clase de Matemáticas y, como éste le recriminase su falta, el chico le respondió: “Maestro, para ganar 80 millones de pesetas al año en el invernadero con mi padre, no necesito saber todo eso que usted explica”. Resulta revelador de cómo era la mentalidad del sector en la época. Ahora, menos mal, las novedades científicas están instaladas ya en la forma de pensar de los agricultores y todos desean un producto final sano, ecológicamente aceptable y homologado según las normas españolas y europeas. Éstas, por cierto, son iguales para todos los países: las afirmaciones de Ségolène Royal no tienen ni pies ni cabeza, eso todo el mundo lo sabe. Y la rentabilidad del campo almeriense está también fuera de duda.

Pero me da que son los mismos agricultores los que están matando la gallina de los huevos de oro. ¿Por qué tiene éxito la competencia de terceros países, Marruecos, Argelia, etc., a pesar incluso de que no cumplen las normas europeas en materia fitosanitaria? Habría que ver el volumen de exportaciones de esos países y su proporción respecto a las españolas y almerienses, pero, si es cierto que representan un perjuicio para nosotros, ¿a qué se deberá? Indudablemente a su menor costo de producción. Sus productos agrícolas son más baratos. Por muchos motivos, pero son más baratos. Y, claro, el sistema es capitalista y de libre mercado. Es lo que hemos votado sistemáticamente todos estos años. Así que hay que atenerse a la ley de la oferta y la demanda. El género producido a un coste más barato se apodera del mercado. O sea, que nuestros productos les salen caros a los europeos. No es de extrañar, viendo los precios de las verduras, frutas y hortalizas en Almería, sin ir más lejos: son caras. Y, además, no nos comemos las mejores, como se podría pensar al estar tan cerca de los centros de producción y distribución, sino al contrario: el destrío, lo que no sirve para ser exportado, lo que Europa no acepta, es lo que se destina al mercado interior.

La realidad se impone. Nuestras verduras y frutas, tan buenas, son caras. Los europeos se han dado cuenta ya.

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