Carta del Director/Luz de cobre

Almería, tierra abierta

A mediados de diciembre se presentaba en sociedad la Fundación “Almería tierra abierta”. Una nueva apuesta, otra más, que busca integrar al colectivo de inmigrantes que vive en una tierra que los necesita tanto como ellos precisan a las ciudades y pueblos que los han acogido en su viaje de supervivencia. Se trata de un proyecto en el que el tejido empresarial, educativo, religioso y el mundo de la política, han abandonado sus diferencias y han abrazado su deseo de que la provincia sea capaz de mostrar su cara más integradora.

Interesante fue ver unidos en la misma mesa y con el mismo objetivo, a clásicos de la política de esta provincia como Andrés García Lorca, exsubdelegado del Gobierno con el Partido Popular y a Juan Callejón, exdelegado del Gobierno de la Junta con el Partido Socialista. Educativo me resultó comprobar como ambos confirmaban lo que los separa políticamente y como han sido capaces de ir de la mano en una apuesta clara y sin remilgos por la integración de los inmigrantes que llegan, trabajan y habitan una tierra de esperanza, abierta y próspera como es Almería.

Y claro, viendo el nudo de ideologías dispares en la búsqueda de un mismo objetivo, no debe extrañar que la idea cuente con la comunión del Obispado, de la Universidad o de una empresa tan emblemática y líder como es Cosentino. Escuchar a los protagonistas dibujar sobre el papel los objetivos de la Fundación sólo me provoca admiración, apoyo incondicional y trabajo, mucho trabajo, para alcanzar las metas planteadas.La integración de aquellos que llegan a esta tierra buscando un futuro mejor no ha sido, salvo alguna excepción, traumática. La relación entre los autóctonos y aquellos que tratan de mejorar sus condiciones de vida se mantiene en niveles, yo diría que aceptables, aunque los problemas son muchos y hay que avanzar en solucionarlos. Con seguridad la habitabilidad es uno de los más preocupantes. Y, este sentido, debo recordar que ya el Ayuntamiento de Níjar, con su alcaldesa Esperanza Pérez a la cabeza, lanzaba hace unos meses una propuesta a toda la sociedad, con eco y compromiso desigual por parte de aquellos que tienen en sus manos resolver problemas, aunque percibo que se avanza en la consecución de objetivos.

De como seamos capaces de afrontar la mejora de las condiciones de vida de los inmigrantes va a depender, y mucho, como nos miran en Europa. Y voy un paso más allá, al recordar que ya algunos supermercados se plantean en sus compras a cooperativas y alhóndigas cómo es el trato de los trabajadores que han sido capaces de producir las hortalizas que luego consumimos. Lejos, por fortuna, quedan aquellos días, si los hubo, en los que alguien pudo pensar que la inmigración es necesaria, pero que las condiciones de vida de los inmigrantes eran un mal menor a tener en cuenta, pero no de vital importancia.

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