Angustia

Y el ajedrez es uno de los claros exponentes de la absoluta crudeza de un enfrentamiento tan bello como incruentoEn toda existencia para llegar a la autenticidad hay que hacer un buen uso de las emociones de angustia y libertad

Suelen preocuparme bastante palabras como angustia, intranquilidad, pesadumbre, y etc. Por lo general son este tipo de voces las que nos ofrecen una explicación del mundo mejor, en lugar de esos conceptos cerrados por su lógica exultante. A fin de cuentas todo empieza y acaba en una experiencia emocional: en la intuición, y etc. La inteligencia emocional y la somática son mas importantes de lo que parecen, al menos más vinculantes para nosotros que la razón en tanto y en cuanto se refieren a la relación entre el individuo y su entorno. Y lo son también respecto a la crisis actual de la filosofía en la que se versiona repetitivamente, en nuestro tiempo, eso llamado modernidad. La filosofía necesita retomar la senda de los grandes principios y dejar los círculos viciosos de algunas hermeneúticas (no de todas), y para ello la inteligencia emocional puede ser una vía de progreso interesante. Es precisamente por esto, y por mi preocupación por algunas palabras, por lo que últimamente me fijo mucho en algunos filósofos que tuvieron la misma preocupación. En especial he retomado a Heidegger y a Sartre, que son fenomenólogos de la existencia. Fíjense: para ambos la angustia (la nada) es creativa y necesaria para el Ser. Por ejemplo: cuando un ser humano se siente mal, insatisfecho en una situación determinada, crea un problema y se propone a si mismo y a los otros encontrar la solución. No obstante ni el problema ni la solución existen, y si lo hacen solo es en el plano figurado tal como metáforas. El objetivo de esos dos espejismos (de los problemas y las soluciones) es generar cambios en la situación inicial en la que la angustia era la esencia. Podría decirse que estas dos son las herramientas cognitivas del individuo respecto a su experiencia emocional de angustia. Pero tras este proceso rezuma otra emoción: el deseo de libertad. En realidad ese es el propósito oculto de todo lo que dijeron estos filósofos. Tras la angustia aparece el impulso por alcanzar un estado de satisfacción mejor, uno que lo libere de la angustia, de la suya, de aquella con la que ha sido parido y de la cual no puede desligarse porque le es connatural. Bajo ese yugo solo cabe la libertad como deseo por el cual uno es capaz de cualquier cosa. Para acabar, y a la vista de lo dicho aquí de filosofía, ya no me cabe duda de que con la emociones es posible explicar mejor la existencia.

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