Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Banalidades

Las polémicas tontorronas y vacuas se apoderan cada vez con más frecuencia de la atención de la gente

Con algo hay que entretenerse. El hartazgo de la gente por la política y los políticos es directamente proporcional a la aparición de polémicas tontorronas y vacuas que saltan de las redes sociales a los medios y que se mantienen días y días. Todas tienen el denominador común de ser absolutamente intrascendentes, pero son tratadas como auténticos acontecimientos sociales. Menos mal que la Zorra de Eurovisión se ha impuesto al final por goleada al Resucitado de estética gay del cartel de la Semana Santa, que había provocado ríos de tinta, como se decía antes, y horas de enconadas discusiones televisivas. Y poco antes había sido la historia de una muñeca vestida de flamenca que anunciaba una marca de cerveza.

A los periodistas de mi generación nos cambió el mundo a finales de siglo. Cuando nos atropelló la irrupción de lo digital teníamos ya muchos teclazos dados y, oh sorpresa, pudimos saber gracias a los medidores de las páginas web qué era lo que los lectores consumían en cada momento. Qué era lo que les atraía y qué lo que les daba lo mismo. No se pirraban por trabajadas exclusivas políticas ni por sesudos editoriales sobre cuestiones más o menos trascendentales. Todo lo contrario, lo que disparaba los clics, lo único que lograba dispararlos, eran chascarrillos nimios a los que en el mundo del papel no se les daba ningún valor. No había declaración de presidente de gobierno que pudiera competir con el último episodio de la vida amorosa de un futbolista de postín o con la lista de las mejores ensaladillas de la ciudad.

Así era la realidad y la irrupción más tarde de las redes sociales le dio plena carta de naturaleza. Desde entonces los medios han aprendido a convivir con este tipo de asuntos. No por ello dejan de ser bobadas, aunque muchas veces se les quieran hacer lecturas sociológicas que no tienen. Un cartel de Semana Santa representa lo que representa y no va mucho más allá y una canción de Eurovisión no va a ser nunca un mecanismo de empoderamiento de las mujeres, sino una ocurrencia friqui que dentro de unos meses estará olvidada.

Que nos entretengamos con estas cosas, y uno es el primero que sigue todas estas polémicas con interés más o menos disimulado, habla, por otro lado, de una sociedad con capacidad para desconectar de la realidad gris que nos circunda cada día y de buscar realidades alternativas. Aunque sea a costa de banalidades, malo no debe ser.

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